miércoles, 26 de junio de 2024

'No te veré morir', de Antonio Muñoz Molina

Grupo de lectura: “Leer juntos” del IES Goya

Sesión del 27 de mayo de 2024

Autor: Antonio Muñoz Molina

Obra comentada: No te veré morir. Seix Barral, 2023, 240 págs.



Antonio Muñoz Molina (Úbeda 1956). Entre otros muchos méritos reconocidos, podemos destacar que es académico de la RAE desde 1996 y Premio Príncipe de Asturias de 2013. Fue director del Instituto Cervantes de Nueva York entre 2004 y 2006.

En su página web escribe: “… defiendo la instrucción pública y la sanidad pública, el respeto escrupuloso de la igualdad democrática, la igualdad de hombres y mujeres, el derecho de cada uno a elegir su forma de vivir y, si es preciso, de morir dentro de la conciencia de nuestra responsabilidad como ciudadanos”.

No te veré morir

La primera parte de la novela de Muñoz Molina No te veré morir (2023),  aunque escrita en tercera persona, crea la  sensación de un monólogo interior en el que el protagonista, Gabriel Aristu, se describiese a sí mismo. En un continuo relato sin puntos, ni seguidos ni aparte, vemos al personaje que, a retazos en el tiempo, nos cuenta su biografía. Los problemas de su padre durante la guerra y tras ella, que van a influir decisivamente en su orientación educativa y profesional. Admite su sumisión cobarde a los deseos de su familia, que no percibe como imposiciones sino como una deuda. Abandona su afición, el cello. Abandona a su amor, Adriana Zuber, y abandona España para triunfar económica y socialmente en Estados Unidos.

Sabremos luego que, como el arpa de Bécquer, Adriana y el cello están ahí constantemente apartados; en este caso, ciertamente no olvidados. Gabriel guarda las partituras firmadas por Casals, pero renuncia a una vida en el mundo musical. Sueña con Adriana, guarda sus cartas, pero renuncia a una vida de amor con ella.

En la segunda parte tenemos un nuevo narrador, esta vez en primera persona, que de momento parece un espectador anónimo; sólo al final de la novela conoceremos su nombre, Julio Máiquez. Es, en realidad, un personaje secundario que el azar convierte en imprescindible cuando casualmente menciona a la profesora Adriana H.  Zuber, un nombre que vuelve y revuelve el pasado de Gabriel.  

Máiquez es un triunfador que podríamos definir de segunda, una especie de “contrahéroe” de Aristu. Ambos emigrados a Estados Unidos: Aristu, por su opción personal, no volverá a ver en cuarenta y siete años a su único amor verdadero; Máiquez, forzado por un divorcio del que ni él conoce las causas, añora a su hija a la que, a su pesar, nunca volverá a ver. Aristu llega a lo más alto en su profesión y vive en el Upper East Side, zona residencial para habitantes adinerados de Nueva York. Máiquez consigue labrarse un futuro aceptable como profesor universitario, pero no es lo que podría definirse como triunfador. Cuando menciona una de sus reuniones, Máiquez comenta que son amigos pero opuestos: “…rompiendo yo mi timidez y mi vergüenza y él su reserva, su hábito de presentar a los demás un personaje tan elaborado tan convincente, que él mismo acaba confundiéndolo con su verdadera identidad”.

Empieza recordando su cita con Aristu en Madrid, a la que, sorprendentemente, no acudió. En un continuo zigzag del tiempo vamos sabiendo sobre su vida, la de Aristu y la relación entre ambos. Termina mencionando otra vez esa cita que no se dio.

Conoceremos el porqué en la tercera parte. Un narrador omnisciente nos lo hace saber con los detalles del encuentro final de los dos protagonistas. El autor no ha querido recurrir ni a Adriana ni a Gabriel para que nos lo cuenten. Quiere que sea el lector quien opine, analice, interprete su desarrollo.

Todo el trascurso de la novela está encaminado hacia este reencuentro. Adriana, en su decrepitud física, le muestra a Gabriel, con toda la firmeza de cuando fue joven, lo que él había significado para ella, la necesidad que tenía de él, cómo había tenido a su hija por la violación de su propio marido, la agobiante decepción que supuso su abandono. Antes de emigrar, le suplicó que se quedara con ella. Ahora, le pide que la ayude a dejar esta vida. En lucha entre lealtad y traición, siempre hay alguien que, digamos, le facilita a Gabriel no asumir esas responsabilidades. En el pasado, los deseos de su familia. Ahora, la solicitud de la cuidadora, Fanny, siempre atenta a las necesidades de la señora.

En la cuarta parte vuelve Máiquez, en primera persona, a ser el informador. Constituye, en realidad, un epílogo a la vida de Gabriel Aristu.

Su amor de siempre le había pedido ayuda con total ausencia da amor: “a ella lo único que le importaba era morir cuanto antes”.

En resumen, un triunfador que renunció por cobardía y provocó un enorme desengaño y una gran amargura.

 

Cristina Baselga Mantecón

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