domingo, 31 de marzo de 2024

"A Francisco Salinas", de Fray Luis de León

 
Catedral vieja de Salamanca. En primer plano, a la izquierda, el órgano de Salinas
Foto: Miguel Ángel Victoria


        A FRANCISCO SALINAS

        El aire se serena
        y viste de hermosura y luz no usada,
        Salinas, cuando suena
        la música extremada,
 5     por vuestra sabia mano gobernada.

        A cuyo son divino
        el alma, que en olvido está sumida,
        torna a cobrar el tino
        y memoria perdida
10    de su origen primera esclarecida.

        Y, como se conoce,
        en suerte y pensamiento se mejora;
        el oro desconoce
        que el vulgo vil adora,
15    la belleza caduca engañadora.

        Traspasa el aire todo
        hasta llegar a la más alta esfera
        y  oye allí otro modo
        de no perecedera
20    música, que es la fuente y la primera.

        Ve cómo el gran Maestro,
        aquesta inmensa cítara aplicado,
        con movimiento diestro
        produce el son sagrado,
25    con que este eterno templo es sustentado.

        Y, como está compuesta
        de números concordes, luego envía
        consonante respuesta,
        y entre ambos a porfía
30    se mezcla una dulcísima armonía.   

        Aquí el alma navega
        por un mar de dulzura, y finalmente,
        en él ansí se anega,
        que ningún accidente
35    extraño y peregrino oye o siente.

        ¡Oh desmayo dichoso!,
        ¡oh muerte que das vida!, ¡oh dulce olvido!:
        ¡durase en tu reposo
        sin ser restituido
40    jamás aqueste bajo y vil sentido!

        A este bien os llamo,
        gloria del apolíneo sacro coro,
        amigos, a quien amo
        sobre todo tesoro,
45    que todo lo visible es triste lloro.

        ¡Oh, suene de contino,
        Salinas, vuestro son en mis oídos,
        por quien al bien divino
        despiertan los sentidos,
50    quedando a lo demás adormecidos!

(Fray Luis de León, Poesía. Edición, estudio y notas de
Antonio Ramajo Caño, Real Academia Española, 2012)

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       1    Este aire no debe entenderse simplemente como "viento", sino más 
             bien como "atmósfera, cielo" (Micó). Se inspira en l'aura de Petrarca.
       2    no usada, acaso "infrecuente", o acaso, "no gastada, intacta". Es una 
             luz  matinal, profunda, que lleva al alma a su origen, Dios. (Ramajo Caño)
      3    extremada, acaso signifique "perfecta por su técnica y proporción mate-
             mática. (RC)
 6-10     Esta estrofa, de inspiración platónica, expresa que el alma, que se había
             olvidado de lo espiritual, vuelve a cobrar conciencia de su origen divino
             (origen era entonces sustantivo de género femenino, y esclarecida significa
             "excelsa"). (Micó)
11-15    conocer es recordar, volver con la memoria a la conciencia de cuál es el 
             origen del alma, Dios (RC).  Por efecto de la música, el alma recuerda su
             origen divino y desprecia los bienes perecederos (oro, belleza caduca). 
             Idea de origen platónico.
16-20    Esta estrofa refleja la concepción pitagórica del universo, formado por nueve 
              esferas u órbitas, en cada una de las cuales se movían determinados 
              astros. Estos emitían una música armoniosa; su concordancia determinaba el
              mutuo equilibrio. La "más alta esfera" era la de Dios. El alma, liberada por
              la música, asciende hasta la última esfera, retornando así a su lugar de origen,
              donde escucha la música divina, "la fuente" de todas las demás.
21-25     En la última esfera, el alma se encuentra con Dios, "el gran Maestro" que con
              su "cítara" (instrumento de cuerda) emite "el son sagrado" que sostiene el 
              universo ("este eterno templo"). Esta estrofa se considera una interpolación 
              tardía que interrumpe la secuencia sintáctica formada por las estrofas 4 y 6.
26-30     Esta estrofa es continuación sintáctica de la cuarta, como indica la conjunción
               copulativa y con que comienza, así como la concordancia entre las palabras 
               música (v. 20) y compuesta (v. 26). (Gutiérrez Ordóñez) "El alma concuerda 
               con las esferas, pues es armonía, como armonía hay en los astros: al fin todos
               proceden de la suprema armonía, Dios". (RC)
31-40      "El alma se sumerge en un arrobamiento de serena felicidad (ataraxía estoica)
               que, por ser inefable, el poeta canta con expresiones propias de la mística". En 
               los tres últimos versos, el poeta, que ya se encuentra de nuevo en la tierra, expresa
               su deseo de que "ese estado de comunión y reposo" sea eterno. (Gutiérrez O.)
41-45     La estrofa es una invitación a sus amigos poetas, que son la gloria del coro de las
               musas, a disfrutar de la música de las esferas. (Gutiérrez O.)
46-50     Termina con el ruego de que la música de Salinas suene ininterrumpidamente 
              ("de contino").
               

Fray Luis de León, descrito y dibujado
hacia 1598 por Fco. Pacheco (1564-1644)
en su Libro de descripción de verdaderos
retratos de ilustres y memorables varones
Fray Luis de León nació en Belmonte (Cuenca) probablemente en 1528. Era el hijo primogénito de una distinguida familia de ascendencia judía. Su padre, un renombrado jurista, obtuvo un cargo en la corte, por lo que la familia se trasladó primero a Madrid y luego a Valladolid. Sin duda con la intención de que continuase la saga familiar de juristas, a los catorce años el joven Luis es enviado a estudiar a Salamanca, en cuya universidad su tío Francisco de León era catedrático de Leyes. Pero en 1542 ingresa en el convento de los agustinos y profesa en la orden en enero de 1544, con diecisiete años. Tras sucesivas estancias en Alcalá, Soria y Toledo, alcanzó los grados de licenciado y maestro (doctor) en Teología por Salamanca en 1560 y obtuvo la cátedra de Santo Tomás, de carácter teológico, en 1561. En esa época, las disputas entre agustinos y dominicos por controlar las cátedras de Salamanca regían la vida de la universidad. 

Denunciado por supuestas irregularidades, entre ellas haber expresado algunas críticas al texto bíblico de la versión latina de la Vulgata  y haber traducido al castellano, directamente del hebreo,  el Cantar de los Cantares, a petición de su prima Isabel de Osorio, monja en el convento salmantino de Sancti Spiritus, pues no podía leerlo en latín. Aunque la traducción tenía una única destinataria, las copias se multiplicaron y sus enemigos vieron en ello una transgresión de la norma del concilio de Trento que prohibía la traducción de los libros de la Biblia al castellano, y aceptaba como única versión autorizada la latina de la Vulgata. Fue encerrado en la cárcel inquisitorial  de Valladolid el 27 de marzo de 1572, donde permaneció durante cuatro años y nueve meses, tiempo durante el que se prolongó el proceso. La afirmación de que  allí escribió De los Nombres de Cristo y comenzó su Exposición del libro de Job  se ha puesto en duda, dadas las duras condiciones de su encierro. Sí compuso algunos de sus poemas, entre otros, el que comienza: "Aquí la envidia y mentira / me tuvieron encerrado...". 

Tras reconocerse su inocencia, quedó libre a finales de 1576 y se incorporó a la cátedra extraordinaria de Teología creada expresamente para él, puesto que la suya estaba ocupada en propiedad. Se cuenta que comenzó sus explicaciones así: "Decíamos ayer...", como si el largo paréntesis de los casi cinco años de cárcel no hubiera existido. En 1578 gana la cátedra de Filosofía moral, en la facultad de Artes, y en 1579, la de Sagrada Escritura, que había sido siempre su auténtica aspiración. El 14 agosto de 1591 es elegido provincial de los agustinos de Castilla, pero el 23 de ese mismo mes muere en el convento de san Agustín de Madrigal de las Altas Torres, donde presidía el capítulo de la Orden. 

SU OBRA

Fray Luis, excelente prosista y poeta,  es una de las principales figuras del segundo Renacimiento español, llamado también Renacimiento cristiano. Escribió cuatro obras en prosa: dos obras originales (De los nombres de Cristo y La perfecta casada), publicadas en 1583, y sus traducciones y comentarios al Cantar de los Cantares y Exposición del Libro de Job. En estas últimas  traduce literalmente los textos bíblicos  y acompaña la traducción de interesantes comentarios. Ambas permanecieron inéditas hasta el siglo XVIII.

De los nombres de Cristo, donde muestra un extraordinario dominio del lenguaje, está considerada su obra maestra en prosa. Formalmente, es  un diálogo, género muy cultivado en el siglo XVI. En él da voz a tres frailes en la finca que los agustinos poseían en La Flecha para debatir sobre los nombres que se da a Jesús en las Escrituras (Cordero, Pastor, Pimpollo, Amado...), hasta el número de trece, en día y medio de conversaciones.

La perfecta casada es un tratado en el que, a partir del comentario del último capítulo del Libro de los Proverbios bíblico, referido a la mujer fuerte, expone su ideal de esposa, un tipo de literatura frecuente entre los humanistas. La obra tiene un destinatario concreto, la recién casada doña María Varela Osorio, y la finalidad de aleccionarla sobre los deberes de su nuevo estado.

Órgano de Salinas. Catedral vieja de
Salamanca. (verpueblos.com)
Como ocurre con otros escritores de nuestro Siglo de Oro, fray Luis no vio impresa su obra poética, que no sería llevada a la imprenta hasta 1631, cuarenta años después de su muerte,  gracias a Francisco de  Quevedo. Sin embargo,  en vida del autor era ya conocida porque circulaban numerosas copias manuscritas. Parece ser que hacia 1584 pensó en su publicación y, a tal fin, preparó una Dedicatoria a su amigo Portocarrero en la que afirma que  sus poemas fueron para el autor obrecillas  de mocedad "que se me cayeron  como de las manos", lo que debe entenderse como un tópico literario (lo encontramos también en el soneto prólogo del Cancionero de Petrarca), pues escribió poesía a lo largo de toda su vida y su afán de perfección le llevó a  una constante labor de corrección. Como recuerda Ricardo Senabre, fray Luis es, junto con Herrera, uno de los poetas más "técnicos" y reflexivos del Renacimiento, y su poesía "extraordinariamente compleja, en la que nada parece producto del azar y sí de un tenaz estudio, de una profunda labor de lima y retoque en busca de la perfección absoluta". El autor agrupó su obra poética en tres partes: las poesías originales, las traducciones profanas y las versiones de textos sagrados. 

Su obra poética original es bastante breve (cincuenta y siete composiciones en la edición de la RAE). La mayor parte pertenece al género clásico de la oda, composición en estrofas cortas, con número indeterminado de versos  y temas serios y graves. La estrofa utilizada en sus odas es casi siempre la lira, sobre la que apunta Dámaso Alonso que, por su brevedad, es "una constante advertencia al refreno, a la poda de todo lo eliminable" y sirve exactamente al poeta para el logro de sus fines estéticos. Su poesía sintetiza tres tradiciones: la literatura bíblica, el influjo italianista (sobre todo, en el uso de la lira y los metros italianos) y la cultura grecolatina, en especial, el neoplatonismo y la poesía de Virgilio y Horacio. De este aprende la sobriedad y la elegancia, además del anhelo de paz, el goce de la soledad en el retiro de la naturaleza, su amor a la "dorada medianía" y su desprecio por los honores públicos. 

Aunque no es segura la datación de los textos, las poesías de fray Luis suelen agruparse en tres periodos. Al primero pertenecen las escritas antes de la prisión (1572), en las que nos encontramos composiciones moralistas dentro de la tradición clásica (desprecio de los placeres mundanos, deseo de soledad...) junto a eventuales inclusiones histórico-nacionales. Pertenecen a esta etapa la "Oda a la vida retirada",  la "Profecía del Tajo" o la oda II, "Virtud, hija del cielo". Al segundo, la compuestas durante su estancia en la cárcel (1572-1577), en las que da cabida a los contenidos religiosos y a las quejas por la injusticia cometida con él. "Noche serena", "En la Ascensión" y "A la salida de la cárcel", son algunos ejemplos. En el tercer periodo se incluyen las compuestas tras salir de prisión (después de 1577), como las dedicadas a Francisco Salinas, a Felipe Ruiz o a Pedro Portocarrero, en las que expresa su anhelo de armonía e infinitud, la nostalgia del paraíso evocado y cierto misticismo intelectual.

Dámaso Alonso ve la poesía de fray Luis como la expresión de un ansia de misticismo que no llega a realizarse, lo que impregna muchos de sus poemas de la "desgarradora nostalgia del desterrado". Muchas de sus odas están dirigidas a una segunda persona. En ellas comenta un tema moral y exhorta de algún modo al receptor. El tono discursivo da lugar a abundantes enumeraciones,  exclamaciones e interrogaciones retóricas. La tensión entre la inspiración del poeta y las constricciones del verso hacen que, con frecuencia, la unidad sintáctica no coincida con el verso, dando lugar a numerosos encabalgamientos. 

Oda "A Francisco Salinas"

El poema seleccionado es la oda III de fray Luis, una exaltación poética del poder de la música en el alma, siguiendo la tradición platónica (García Castillo). Está  formada por diez liras,  estrofa introducida en la lírica española por Garcilaso de la Vega en su "Oda a la flor de Gnido". La lira es una estrofa de cinco versos,  tres heptasílabos y dos endecasílabos, con la siguiente disposición: 7a  11B 7a 7b 11B. En la primera edición de la poesía de fray Luis, realizada por Quevedo en 1631, no se incluye la estrofa 5 de esta oda, que algunos críticos consideran apócrifa.

La oda está dedicada a su amigo Francisco Salinas, músico ciego,  catedrático de la Universidad de Salamanca y organista de la catedral. Parece que fray Luis la escribió después de salir de la cárcel, probablemente entre 1577 (año en que Salinas publicó su obra De musica libri septem, Siete libros sobre la música) y 1583. En ella, Salinas es el interlocutor a quien se dirige el yo poético, de ahí que todo el poema esté impregnado de conceptos musicales que reflejan las frecuentes conversaciones de los dos amigos sobre teoría musical, recordadas por Salinas en su declaración ante la Inquisición (Gutiérrez Ordóñez). 

Como en toda la poesía de fray Luis, existe en esta oda una  preeminencia de lo sonoro sobre lo visual, que se manifiesta en la cantidad de términos referidos al mundo sonoro y en la adjetivación aplicada a los mismos. En este caso, según Ramajo Caño, se omite todo lo visual ("que todo lo visible es triste lloro", v. 45) y se pondera lo acústico en un afán de compenetrarse con el amigo privado de la vista. 

El poeta comienza ensalzando la música de Salinas que, como un nuevo Orfeo, consigue serenar y vestir de hermosura la naturaleza. Sin embargo, como observa E. Valdés (citado por Gutiérrez O.) hay una inversión del mito de Orfeo, pues el descenso al Hades es ahora ascenso a las esferas celestiales. La dedicatoria y referencia a Salinas en las estrofas primera y última conforman una estructura circular, cuyo centro -según explica Ramajo Caño- lo ocupa la descripción de los efectos de la música en el alma: "la elevación a la contemplación de la música divina, como si el arte fuese un recordatorio del origen primero, según las tesis platónicas, e invitara a la representación del mundo celeste perdido ("el alma... / torna a cobrar el tino / y memoria perdida / de su origen primera esclarecida", vv. 7-10), librándola de los engaños de la apariencia -los bienes mundanos- y apartando a los bienes reales del cielo ("belleza caduca engañadora", v.15)". Ramajo Caño  destaca la cuidada arquitectura de la oda, que ya había señalado Wilson al observar las relaciones de paralelismo que se establecen entre las estrofas 1ª y 10ª, 2ª y 9ª, 3ª y 8ª, y 4ª y 7ª. 

Como Dámaso Alonso, Gutiérrez Ordóñez distingue dos partes en el texto. Una primera parte (de la estrofa primera a la quinta)  en que se narra el ascenso del alma que termina con la contemplación divina ("ve cómo el gran Maestro"), donde el paralelismo entre las estrofas 1 y 5 cohesiona fuertemente esta primera parte.  La segunda, que se inicia con la descripción del estadio contemplativo y marca su descenso con la intervención del yo del poeta para realizar exclamaciones líricas ("¡Oh desmayo dichoso!"), llamada a los amigos ("a este bien os llamo") y una petición a Salinas ("suene de contino").  Para Dámaso Alonso, sin embargo, la primera parte abarca las estrofas 1-7, mientras que la segunda comprende las tres últimas.

Referencias:

-CUEVAS GARCÍA, Cristóbal: La poesía en el siglo XVI (II), en J. Mª Díez Borque (coord.), Historia de la Literatura española, II, Renacimiento y Barroco, Taurus, 1980.
-GARCÍA CASTILLO, P. (2013). La armonía en Fray Luis de León. Azafea: Revista de Filosofía, 15, 65-82. https://doi.org/10.14201/12252
-GUTIÉRREZ ORDÓÑEZ, Salvador: Música en la oda "A Francisco Salinas", BILRAE Nº 20, 2022, págs. 2-33. ISSN 2792-6036. Consultado el 14/03/2024 en: file:///C:/Users/Personal/Downloads/estrella,+1.+Guti%C3%A9rrez+Ord%C3%B3%C3%B1ez%20(1).pdf
-LEÓN, Luis de: Poesía. Edición, estudio y notas de Antonio Ramajo Caño, Real Academia Española, 2012.
-MICÓ, José María: El oro de los siglos. Antología, Austral, 2017.
-PRIETO, Antonio: La prosa en el siglo XVI,  en J. Mª Díez Borque (coord.), Historia de la Literatura española, II, Renacimiento y Barroco, Taurus, 1980.
-RODRÍGUEZ PUÉRTOLAS, Julio  (ed.): Lengua castellana y Literatura 1º Bachillerato, Akal, 5ª ed., 2011.
-SENABRE, Ricardo, Introducción a la poesía de fray Luis de León. Consultado en: https://biblioteca.org.ar/libros/134560.pdf

4 comentarios:

  1. ¡Espléndido poema y exhaustivo (e instructivo comentario
    Y yo me pregunto si Fray Luis sería totalmente sincero en sus creencias religiosas (no ya en la conversión al cristianismo de su familia sino al respecto de cualquier religión; algo me dice que no creía del todo en lo que se supone que creía y la Iglesia lo barruntaba (naturalmente, doy por supuesto que los gerifaltes que lo condenaron tampoco creían lo que predicaban.
    Así, ese "Maestro que en teoría es Dios ¿no será en realidad el propio Salinas en una oculta blasfemia en la que admira sinceramente a su amigo Salinas
    Fantástica esta obra y comentario semanal tan apropiado a estas fechas
    Carlos San Miguel

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    1. No hay motivos para dudar de la sinceridad de fray Luis ni para aceptar tu sugerencia respecto la interpretación del poema, Carlos.

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  2. No sé, no sé... tendemos a pensar que el hombre medieval y renacentista era siempre creyente... y a mí me cuesta creerlo jejeje Sobre todo en los intelectuales. Es como los ladrones de tumbas en el Egipto antiguo; tanta superstición y miedo... y no hay tumba que no fuera profanada ya en esos tiempos. Y supongo que no sería sólo cosa de los propios sacerdotes sino que los artesanos estarían implicados. Yo es que me imagino a fray Luis como un Guillermo de Baskerville que s ha buscado ese medio de vida en el que no cree o no le preocupa demasiado jejeje
    Carlos

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  3. Ah, que se me ha olvidado comentar que me ha parecido entrañable que fuera Quevedo quién rescatara a fray Luis porque ¡con lo que era Quevedo, que se reía de todo Dios...
    Carlos

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