domingo, 30 de mayo de 2021

"Envío", de Rosario Ferré




ENVÍO

A mi madre, y a la estatua de mi madre.

A mis tías, y a sus modales exquisitos.

A Marta, así como también María,

porque supo escoger la mejor parte.

A Francesca, la inmortal, porque desde el infierno insiste

en cantarle al amor y a la agonía.

A Catalina, que deslaza sobre el agua

las obscenidades más prístinas de su éxtasis

únicamente cuando silba el hacha.

A Rosario, y a la sombra de Rosario.

A las Erinias y a las Furias que entablaron

junto a su cuna el duelo y la porfía.

A todas las que juntas accedieron

a lo que también consentí,

dedico el cumplimiento de estos versos:

Porque canto;

porque ordeno, brillo y limpio y aún me duelen

los huesos musicales de mi alma;

porque lloro y exprimo en una copa

el jugo natural de mi experiencia,

me declaro hoy enemiga de ese exánime

golpe de mi mano airada,

con que vengo mi desdicha y mi destino.

Porque amo,

porque vivo, y soy mujer, y no me animo

a amordazar sin compasión a mi conciencia;

porque río y cumplo y plancho entre nosotras

los más mínimos dobleces de mi caos,

me declaro hoy a favor del gozo y de la gloria.

De Fábulas de la garza desangrada, 1982. En Languaje Duel / 

Duelo del lenguaje, Puerto Rico, 2002


Rosario Ferré. (elnuevodia.com)
Rosario Ferré Ramírez de Arellano 
(Ponce, Puerto Rico, 1938-San Juan de Puerto Rico, 2016) fue poeta, narradora y ensayista. Su familia era una de las más influyentes de la isla, hacendados de caña por parte de madre e industriales por la paterna. Su padre fue el político Luis Ferré, fundador del Partido Nuevo Progresista,  Gobernador de Puerto Rico entre 1969 y 1972 y Presidente del Senado (1977-1981). Tuvo una  educación esmerada: después de estudiar en la Dana Hall School, en Massachusett, obtuvo un Bachelor of Arts en inglés y francés por el Manhattanville College de Nueva York. En los años 70 realizó una maestría en literatura latinoamericana en la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras y fundó la revista literaria "Zona de Carga y Descarga", que publicaba exclusivamente trabajos de jóvenes escritores puertorriqueños y promovía el ideario del movimiento independentista de la isla. Más tarde realizó el doctorado  en la Universidad de Maryland con una tesis sobre Julio Cortázar titulada 'La filiación romántica de los cuentos de Julio Cortázar'. Fue profesora de la Universidad de Puerto Rico y profesora invitada en Rutgers University y en la Johns Hopkins.

Al terminar sus estudios en Estados Unidos, contrajo matrimonio con el empresario Benigno Trigo, con quien tuvo tres hijos. Tras una década de matrimonio se divorciaron y, mientras estudiaba en la Universidad de Puerto Rico, conoció a su segundo esposo, el profesor y escritor mexicano José Aguilar Mora, del que se divorció a los pocos años. Durante la época en que preparaba su tesis y vivía en la capital estadounidense, conoció a su tercer marido, el arquitecto Agustín Costa Quintano.  Juntos regresaron a Puerto Rico.

Rosario Ferré está considerada como la iniciadora de la literatura feminista en Puerto Rico pues dedicó buena parte de su obra a cuestionar los estereotipos femeninos en las sociedades caribeñas. Junto al sexismo, abordó temas como el clasismo y el racismo, lo que hizo que algunos de sus compatriotas la considerasen una traidora a su clase social. Como otras mujeres escritoras, sufrió en carne propia las dificultades para publicar y la escasa atención de la crítica especializada. En su ensayo La cocina de la escritura afirmó que, salvo en los temas, no existe diferencia entre la escritura femenina y la masculina: "el secreto de la escritura, como el de la buena cocina, no tiene absolutamente nada que ver con el sexo, sino con la sabiduría con que se combinan los ingredientes". Exigió que la calidad literaria se midiese por el valor de los textos y no por el sexo de su autor. En palabras de la crítica Suzzane S. Hint, "La teoría ferreana de la crítica literaria propone una crítica ciega al sexo, pero sensitiva a la calidad literaria".

Gran reivindicadora del cuento, en 1976 publicó Papeles de Pandora, colección de cuentos con varios poemas insertados, y en  Sonatina (1989) reunió sus cuentos infantiles. Con la traducción al alemán de su primera novela, Maldito amor (1987), ganó  el Premio Liberatur de la Feria del Libro de Frankfurt en  1992. La versión inglesa de La casa de la laguna (1995) fue finalista del National Book Award.

En 1982 reunió en el volumen Fábulas de la garza desangrada sus poemas diseminados por distintas publicaciones. En 1992 apareció Las dos Venecias, colección de poemas y textos narrativos. Luego verán la luz los poemarios Duelo del lenguaje (2002) y Fisuras (2006). Entre sus obras figuran también las colecciones de ensayos Sitio a eros (1980), El árbol y sus sombras (1989) y el Coloquio de las perras (1990), en el que parodiando la célebre novela de Cervantes, dos perras  dialogan sobre  la condición femenina en relación con la escritura y la crítica literaria.

[Imagen inicial : s. i.]

domingo, 23 de mayo de 2021

"Tiempo de cerezas" (Le temps des cerises), de Jean-Baptiste Clément

Foto: Josefina López


Tiempo de cerezas*

Cuando te cantemos, tiempo de cerezas,
gayo ruiseñor y mirlo burlón
estarán de fiesta.
Habrá cabecitas de locuras llenas
y amantes con sol en el corazón.
Cuando te cantemos, tiempo de cerezas,
silbará mejor el mirlo burlón.

Mas poco nos duras, tiempo de cerezas,
zarcillos que juntos cortamos los dos, 
cual perlas bermejas.
Cerezas de amor de capa pareja
salpican de sangre el fresco verdor.
Mas poco nos duras, tiempo de cerezas,
joyas de coral, frutos de ilusión.

Cuando por fin llegues, tiempo de cerezas,
quien tema sufrir pesares de amor
rehúya a las bellas.
A mí no me asustan las crueles penas
y antes de morir sabré qué es dolor.
Cuando por fin llegues, tiempo de cerezas,
a todos traerás pesares de amor

Siempre te querré, tiempo de cerezas,
contigo se abrió en mi corazón
desgarrada herida.
Y dueña Fortuna, aunque me bendiga,
jamás logrará calmar mi dolor.
Siempre te querré, tiempo de cerezas,
con aquel recuerdo en mi corazón.

(Versión de Mª Teresa Gallego Urrutia y
Amaya García Gallego)

VERSIÓN ORIGINAL:

Le temps des cerises

Quand nous chanterons le temps des cerises

Et gai rossignol et merle moqueur

Seront tous en fête.

Les belles auront la folie en tête

Et les amoureux, du soleil au coeur.

Quand nous chanterons le temps des cerises

Sifflera bien mieux le merle moqueur.

 

Mais il est bien court le temps des cerises

Où l’on s’en va deux cueillir en rêvant

Des pendants d’oreilles

Cerises d’amour aux robes pareilles

Tombant sous la feuille en gouttes de sang

Mais il est bien court le temps des cerises

Pendants de corail qu’on cueille en rêvant.

 

Quand vous en serez au temps des cerises

Si vous avez peur des chagrins d’amour

Evitez les belles

Moi qui ne crains pas les peines cruelles

Je ne vivrai pas sans souffrir un jour

Quand vous en serez au temps des cerises

Vous aurez aussi des chagrins d’amour

 

J’aimerai toujours le temps des cerises

C’est de ce temps-là que je garde au cœur

Une plaie ouverte

Et Dame Fortune, en m’étant offerte

Ne saura jamais calmer ma douleur

J’aimerai toujours le temps des cerises

Et le souvenir que je garde au cœur

 


Jean-Baptiste Clément retratado por Nadar
Jean-Baptiste Clément
(Boulogne-sur-Seine, 1836-París, 1903) fue un chansonnier, periodista y comunero francés. Hijo de un rico molinero de Montfermeil, se marchó de casa muy joven y desempeñó diversos oficios antes de afincarse en París, en Montmartre, donde se relacionó con periodistas que escribían en publicaciones socialistas y se convirtió en hombre de letras. La publicación de su canción "89", a pesar de la prohibición de la censura, le obligó a huir a Bélgica en octubre de 1867. Allí publicó  "Le temps des cerises", una de las más célebres canciones de amor francesas.

A su regreso a París en febrero de 1868, colaboró en diversos periódicos de oposición al Segundo Imperio, fue encarcelado en varias ocasiones y liberado tras el levantamiento republicano del 4 de septiembre de 1870. Participó en las jornadas de protesta contra el Gobierno de Defensa Nacional, el 31 de octubre de 1870 y el 22 de enero de 1871. El 26 de marzo de ese mismo año fue elegido miembro del Consejo de la Comuna por el distrito XVIII y colaboró en el Diario Oficial del Municipio. Fue acusado, sin pruebas, de haber dado orden de incendiar las casas donde se refugiaron los "Versaillais", las tropas gubernamentales. Luchó en las barricadas durante la Semana Sangrienta (21-28 de mayo de 1871), denunciando después la represión contra los comuneros en su canción "Semaine sanglante".

Tras la caída de la Comuna de París, huyó a Bruselas y  se refugió en Londres, donde se ganó la vida dando clases de francés y enmarcando grabados. En 1874 fue condenado a muerte en rebeldía. Desde mayo de 1875 a noviembre de 1876 vivió clandestinamente con sus padres en Montfermeil. Regresó a París en enero de 1880, tras la amnistía general de 1879. 

Como delegado de propaganda de la Federación de Trabajadores Socialistas tuvo oportunidad de conocer las duras condiciones en que trabajaban los obreros. Fundó el círculo de estudios socialista L'Etincelle de Charleville y la Federación socialista de las Ardenas, que en 1890 participó en el nacimiento del Partido Socialista Revolucionario. En enero de 1890 ingresó en la logia L'Évolution Sociale de París, ciudad donde murió el 23 de febrero de 1903, a la edad de 66 años, y recibió sepultura en el cementerio parisino de Père-Lachaise. A su entierro, celebrado el 26 de febrero, asistieron entre cuatro y cinco mil personas.
Clément escribió la canción "Le temps des cerises" en 1866.  Durante un viaje a Bélgica, hizo un alto en un lugar llamado La Poste, en Conchy-les-Pots (entonces, Conchy-Saint-Nicaise), departamento de Oise, en una casa rodeada de hermosos cerezos que le inspiraron la canción. Antoine Renard compuso la música en 1868. Escrita antes de la Comuna de París, esta canción de amor adquirirá años después otro significado: el pueblo de París la hizo suya y la  convirtió en himno revolucionario, símbolo de la defensa de la Comuna de París y de las esperanzas que esta había despertado. 

Más tarde, en una selección de canciones publicada en 1885, Clément, que había participado el domingo 28 de mayo de 1871 en la defensa de la última barricada, en la calle Fontaine-au-Roi, añadió a la canción una dedicatoria: "A la valiente ciudadana Louise, la conductora de la ambulancia en la rue de la Fontaine-au-Roi,  domingo 28 de mayo de 1871", que explica así:
"Dado que esta canción recorrió las calles, quise dedicarla, como recuerdo y simpatía, a una niña valiente que también recorría las calles en un momento en que se necesitaba una gran dedicación y orgullo. El siguiente hecho es uno de los que jamás se olvidarán: domingo 28 de mayo de 1871 [...]. Entre las once y el mediodía, vimos a una joven de veinte o veintidós años que se nos acercaba con una canasta en la mano [...] A pesar de nuestra negativa motivada a mantenerla con nosotros, ella insistió y no quiso dejarnos. Además, cinco minutos después nos fue útil. Dos de nuestros compañeros cayeron, golpeados, uno con una bala en el hombro, el otro en medio de la frente."
Y añade:
"Solo sabíamos que se llamaba Louise y que era trabajadora. Por supuesto, tenía que estar con los rebeldes y los cansados. ¿Qué ha sido de ella? ¿Fue, junto a tantos otros, fusilada por  Versalles?"
Conchy-les-Pots. (Le Une-Courrier picard) 

En los siguientes enlaces puedes escuchar sendas versiones de la canción. La primera de ellas, de Paco Ibáñez:

https://www.youtube.com/watch?v=OidIzOPERp8&list=RDOidIzOPERp8

 

*https://vasoscomunicantes.ace-traductores.org/2019/12/09/le-temps-des-cerises-%C2%B7-tiempo-de-cerezas/

domingo, 16 de mayo de 2021

Tres poemas de José Manuel Caballero Bonald



A silentio vindicare

El trazado del tiempo se asemeja a esa ráfaga basculante que 
dejan  a su paso  los pájaros  del amanecer. No hay nada más 
consolador  que  un pájaro  cruzando  el tenue cielo cóncavo 
matinal. En  su  insondable  vuelo  comparecen los pretéritos 
todos  del  vivir. Pasa  el tenaz  turbión del tiempo, pasan los 
resquicios impuros de la historia, pasan los rastros aleatorios
del deseo. Lo  único que  finalmente  persevera es el silencio
con que imparte la vida su enseñanza.

                           Playa de Montijo, 21 de septiembre de 2018 

En Campo de Agramante: revista de literatura, Núm. 28
 (invierno-primavera 2019)

Didáctica

Si miras un reloj y esperas impasible
a que pase un minuto,
comprenderás al fin en qué consiste
la eternidad.
                    Detente, caminante,
                                                      escucha
esos latidos perentorios, ese inconmensurable
desplazamiento de tu corazón
que deja por momentos un gran foso vacío
entre lo efímero y lo permanente.

El instante que pasa ocupa todo el tiempo.

No hay final ni principio:
sólo el todo y la nada equidistando.

                                        (Empédocles, Polemos)

De Diario de Argónida, Tusquets, 1997

La palabra más tuya

Con una mano escribo
y con la otra abro
las páginas de un libro.
Aquí está
la palabra que busqué tantos años.
¿Merezco repetirla 
impunemente ahora,
mientras leo tu nombre
siemprevivo
en el piadoso mármol?

Abel Martín, Juan de Mairena,
conmigo estáis oyendo 
la apócrifa verdad, peregrinando
por las abiertas páginas
de un libro, lejos ya
de los muros hostiles
que circundan las letras de la fe.

Latino mar liberto
de Colliure, piedra 
sonora entre las impasibles
violetas sepulcrales,
          aquí
              dejo caer sobre la tierra
calladamente
la palabra más tuya.

De Pliegos de cordel, Colliure,1963

José M. Caballero Bonald, en 2014. CARLOS GARCÍA POZO. (elmundo.es)


El escritor José Manuel Caballero Bonald, uno de los últimos exponentes de la Generación de los 50, falleció en Madrid el día 9 de mayo de 2021 a los 94 años. Fue poeta, novelista, ensayista, autor de memorias, editor, productor y estudioso del cante jondo. Había ganado todos los premios importantes de la literatura en castellano: además del Cervantes (2012), el Nacional de las Letras Españolas (2005), el Nacional de Poesía (2006) y el Reina Sofía de Poesía Iberoamericana (2004), se alzó tres veces con el premio de la Crítica, dos dentro de la categoría de Poesía (1960, 1977) y una en la de Narrativa (1975). Sin embargo se quedó tres veces a las puertas de entrar en la Real Academia Española: en 1987, en 1995 retiró su candidatura y en 1999 se quedó fuera por un solo voto cuando era el único candidato.

Su trayectoria poética, que se extiende a lo largo de más de sesenta años, dejó constancia, según Ana Caballé ("Una conciencia vigilante", en El País, 10 de mayo de 2021), de "una voz poética despierta en lo político, indignada ante la fealdad que ha venido sustituyendo al paisaje, vigilante ante la debilidad y el apocamiento al que pueden conducir los años cumplidos". 

Para Aurora Luque ("Noche de duelo en Argónida", en El País, 10 de mayo de 2021) los poemas de Caballero Bonald "invocan cíclicas obsesiones: la noche, el tiempo, los destiempos de la noche. Nos enseñan las elasticidades tramposas de la memoria y los vértigos del tiempo vacío y desfondado. La noche está presente como marco, como fondo y como esencia de la poesía bonaldiana". Pero también el mar andaluz, el mar de Argónida, al que Caballero Bonald dio "cuerpo de mito", un mito que trasciende el espacio del Coto de Doñana: "atañe al poeta que indaga en la memoria secreta de algunos pueblos a menudo imprecisamente mediterráneos [...]. Atañe a la relación del poeta con el mar; la relación del poeta con el mar es, ante todo, una relación moral: lejos del mar nunca podrás ser libre" (A. Luque).

Los poemas seleccionados pertenecen a distintas épocas de su producción poética. El primero, todavía inédito,  tenía intención de incluirlo en un libro que llevaba el título provisional de Diario de Argónida II. Como observa Antonio Lucas  (La esfera de papel, el 7 de octubre de 2018), "En estos versos escritos frente a la playa de Montijo hay un rastro estoico, voz de vida muy vivida, muy rozada, con algo de estampido sereno donde toda certeza no es más que la verdad del silencio".

El segundo pertenece a  Diario de Argónida, un libro íntimo de anotaciones al modo de Juan Ramón,  en el que se produce el regreso del autor al espacio mítico de Argónida, topónimo ficticio con que el autor designaba literariamente al Coto de Doñana, frente al que vivía una parte del año. Un libro del que explica su editor:
En él asistimos a la secreta crónica (que el propio autor delimita entre febrero de 1995 y mayo de 1997) del reencuentro, físico y moral, con un paisaje que el poeta reconoce como suyo, un reencuentro con el paso del tiempo, así como las lecciones ocultas de la naturaleza omnipresente: desde la exaltación del mar y su proximidad, los barcos y las dunas, la aventura y el naufragio, las aves y las alimañas, pasamos subrepticiamente a la reflexión sobre los libros y la memoria, a la introspección y el balance.
Pliegos de cordel, el poemario al que pertenece el último poema, representa la vertiente más social de la poesía bonaldiana. Se publicó en la colección Colliure, vinculada estrechamente con los actos que en febrero de 1959 se organizaron en la localidad francesa para conmemorar el vigésimo aniversario de la muerte de Antonio Machado, en los que participaron Caballero Bonald y otros compañeros de generación. Explica Araceli Iravedra ("Los poetas del cincuenta bajo el signo de Colliure", en Campo de Agramante, Nº 11, primavera-verano 2009) que en este poema dedicado a  Machado, el poeta celebra:
la incombustible presencia póstuma de un poeta que pervive en la dignidad de su testimonio vital y en la lucidez de su pensamiento: la mención de los apócrifos machadianos -"Abel / Martín, Juan / de Mairena"- consuena con la interpretación castelletiana a propósito de las predilecciones de la joven generación, que se reconocería en el prosista ("el autor del Juan de Mairena, del Abel Martín y Los Complementarios") mejor que en el poeta.
El poema, que en principio llevaba el título de "Una palabra para la tumba de Antonio Machado", iba a ser publicado en el número que la revista Acento Cultural editó en 1959 en homenaje al poeta sevillano, pero la censura lo impidió. Años más tarde (en "El homenaje a Machado que censuró el franquismo", Babelia / El País, 15/02/2019), Lea Vélez, hija de Carlos Vélez, director de la revista, imaginaba así la génesis del poema:
Veo al poeta sobre la tumba del padre poético de tantos otros autores y me pregunto si leería estos versos allí, en el homenaje de Colliure, o si los escribiría unos días después, aún lleno de las emociones del homenaje, para la revista Acento.
En Collioure, febrero de 1959. Arriba, de izquierda a derecha, Blas de Otero, 
José Agustín Goytisolo, Ángel González. José Ángel Valente y Alfredo Castejón.
Sentados: Gil de Biedma, Alfonso Costafreda, Carlos Barral y Caballero Bonald./
Foto: Asunción Carandell

Aquí  puedes escuchar a Juan Peña El Lebrijano cantando "Dame la libertad", sobre un poema de Caballero Bonald.

También puedes escuchar el poema "La palabra más tuya" cantado por Rosa León.

[Imagen inicial: pixabay.com]

domingo, 9 de mayo de 2021

"Insurrección en mayo" y otro poema de José Luis Parra



Georges Braque, Quatre oiseaux


INSURRECCIÓN EN MAYO 

A Ángel Aguilar

Si vierais, qué belleza,

la vida en mayo, por las calles frescas,

con pequeñas terrazas aún vacías,

aún vacías pero que ya laten, ya están latiendo,

desplegando las alas de sus vistosos parasoles,

a la espera de esa ola de vibrante esplendor,

mientras cantan, aquí y allá, a lo largo de la calle,

verdeando balcones y ventanas, los pájaros

enjaulados: jilgueros,

canarios, periquitos... Cantan

en un inesperado motín de dicha

y cantan también otros pájaros libres

que el desmedido resplandor oculta.

Y yo, que tanta intimidad

tengo con rejas y grilletes;

yo, que camino cojeando hacia el lazo fatal,

hacia el zarpazo súbito del gato callejero,

si vierais, qué belleza,

siento la insurrección de la alegría,

cabrillea la luz en mi conciencia ciega,

y canto como un pájaro cautivo,

canto, canto, celebro este instante de mayo,

este instante de vida, 

fugaz, irrepetible.

(Tiempo de renuncia, Pre-Textos, 2004)

 

VIEJO POETA


He recibido todo de vosotros:

premios, honores, reconocimientos.


Se han rendido a mis méritos, con unánime aplauso

las difíciles puertas de la Academia.

 

Los jóvenes me llaman maestro y procuran emularme.

 

Con la edad he logrado domesticar al tigre

que llevo dentro; ser cortés,

amable, agradecido.

 

Y, orgulloso, en mi pecho ostento las medallas

de las más altas distinciones.

 

Medallas... ¡Infantiles abalorios,

despiadados cencerros de la gloria!

 

Cuánto, cuánto daría por ser torpe, inexperto,

maravillado, joven balbuceante

con todos los poemas por delante.

 

 (De la frontera, Pre-Textos, 2009)



Puedes leer otro poema del autor en este blog: 

http://elhacedordesuenos.blogspot.com/2019/09/con-que-dulzura-expira-este-verano-de.html

miércoles, 5 de mayo de 2021

'La guardia', de Joydeep Roy-Bhattacharya

Grupo de lectura "Leer juntos" del IES Goya

Sesión del 19 de abril de 2021

Obra comentada: La guardia, Sexto Piso, 2017.

Autor: Joydeep Roy-Bhattacharya

Traducción de Magdalena Palmer

 

 

El legado clásico. Por Carmen Romeo Pemán.

La guardia, un título acertado si leemos la novela desde el punto de vista de los soldados americanos que montan guardia en una base perdida entre las agrestes montañas de Tardasan, Afganistán.

Antígona en Afganistán, mejor en Kandahar, ciudad que lleva el nombre del propio Alejandro Magno, es un título más cercano al legado griego que le sirve de lecho. Como todas las antígonas que en el mundo han sido, Nizam está allí para enterrar el cadáver de su hermano. Un guerrillero defensor de la tribu de los pastunes, a los que los americanos atacaron por error. Y ahora, por error, lo confunden con un talibán.

Comienza el relato con el basmala en labios de una joven musulmana a la que le faltan las piernas y llega hasta el montón de muertos afganos en un carromato que mueve con la fuerza de sus manos.

Un cadáver cubierto de moscas me impide el paso. Noto una puntada rabia. Con una sensación de irrealidad, me inclino sobre el cuerpo y le doy la vuelta. No es Yusuf, sino un joven tendido boca abajo con un agujero de bala en la frente. Tiene sangre coagulada en un ojo y el otro está cerrado Lo dejo otra vez tener suelo y rezo la janaza” (16).

Leo y releo el comienzo. Me quita el aliento. Cuando ya casi me lo sé de memoria, avanzo lenta por las páginas, como el carro de Nizam-Antígona. Leo la nota final del autor y, como por arte de magia, se me impone una lectura clásica de la obra.

El indio Joydeep Roy Battacharya implora a los antiguos griegos para que lo guíen en la aventura de contar la guerra. El resultado es una novela moderna anclada en obras clásicas. Una novela polifónica en la que en una misma página podemos pasar sin descanso de una pesadilla a un recuerdo de un montaje de Antígona de Sófocles y a un sueño (44). Además, cada capítulo viene contado por un narrador diferente. Al final, como en un perfecto mosaico, casan todas las piezas y nos acercamos a un fragmento de la guerra desde muchos puntos de vista.

Antígona de Sófocles es el hilo de Ariadna que nos conduce por el laberinto de los textos griegos, presentes en todas sus páginas. Aquí se dan cita Herodoto, Tucídides, Pericles y, por supuesto, la Ilíada y los Siete contra Tebas.

Tienes que sentirlo, Nick. Sentirlo en las entrañas. Esto es una tragedia de Sófocles, no es Broadway. Estás ante el dios de la muerte. ¡Que se note!” (60).

En una primera lectura me sobrepasaron e incluso me irritaron los excesivos nombres propios en inglés. En ese momento comencé a tomar notas sobre cada personaje. Todos están identificados con un rasgo humano. Es una forma de contar la guerra desde dentro. Los soldados no son números, todos tienen nombre apellido y hasta un apodo, como en la Ilíada. Y a medida que avanza la novela, conocemos las razones tan poco nobles que han llevado al alistamiento a los soldados americanos.

Cuando bajo la piel de una novela moderna late el corazón de otras obras clásicas, somos capaces de hacer tres lecturas simultáneas y enriquecedoras: la del texto clásico, en este caso la de Antígona y las otras obras citadas o aludidas; la del nuevo contexto, la guerra de Afganistán y sus efectos colaterales; y la de los puentes que se han tendido entre todas ellas. En el fondo, Joydeep está confiando en nosotros, en sus lectores. Confía en que a través de los mitos clásicos lleguemos a entender la complejidad de una guerra absurda.

Mis manos se desplazan despacio. Se hunden en la lana del cordero. Es tan suave que resulta absurdo” (296).

 

Antígona dando el entierro a Polinices - Sébastien Norblin (1825)


La guardia. Por Concha Gaudó Gaudó.

Mi sesgada percepción de esta novela está condicionada, sin duda, por mi inmersión en el tema del pacifismo que ahora me ocupa y mi formación y mi dedicación a la Historia. Pero, precisamente por eso, me ha parecido una interesante y oportuna novela, modelo de lo que podríamos llamar “literatura pacifista”, en la línea iniciada en el siglo XIX por Bertha von Suttner, Leon Tolstoi, Stephen Crane y continuada por otros muchos hasta hoy. Desde esta perspectiva hago mi comentario.

La guerra

Roy-Bhattacharya trata en la novela, en un hermoso diálogo con la literatura griega, un episodio de la guerra de Afganistán.

Este país, el único territorio del sur de Asia no colonizado por las potencias europeas, tiene una complicada estructura étnica y tribal. Numerosos conflictos y guerras en su historia reciente han propiciado la aparición de grupos de liberación, los muyahidines, quienes desde corrientes y perspectivas distintas y con unos u otros apoyos exteriores, según el momento, tratan de recuperar su histórica independencia.

El atentado a las Torres Gemelas en Nueva York el 11 de septiembre del año 2001 provocó la inmediata intervención de los Estados Unidos contra el régimen talibán que desde 1996 gobernaba el país, por su apoyo y protección a Osama Bin Laden, líder de Al-Qaeda, movimiento islamista radical responsable de la muerte de más de tres mil personas en los atentados. Hay que recordar que, para combatir el régimen pro soviético instalado en Afganistán desde los años 80, los Estados Unidos habían financiado el movimiento talibán y al propio Bin Laden durante la década anterior.

La novela narra un breve episodio sucedido en una base americana (construida años atrás por los soviéticos), situada cerca de la ciudad de Kandahar, antiguo feudo talibán, en el límite entre el desierto y las montañas del Hindu-Kush. Una escaramuza, un ataque rebelde por sorpresa, aprovechando las inclemencias del tiempo local, una tormenta de arena en el desierto (Tormenta del Desierto fue el nombre que recibió la operación americana contra Irak en 1991), tiene como resultado algunos atacantes muertos, algunos americanos heridos y los miembros afganos del pelotón americano huidos. Un ataque aéreo destruye el helicóptero en el que son evacuados los heridos.

¿Quiénes son estos soldados? Por una parte, el ejército americano, en realidad una coalición militar compuestas por soldados americanos y soldados afganos de la facción antitalibán que, con el apoyo americano, británico y las fuerzas de la OTAN han recuperado el gobierno de Kabul y los principales bastiones de los talibán, como Kandahar. Por otra, un grupo rebelde que se enfrenta al invasor americano. La mayoría, jóvenes de apenas 20 años.

De los soldados americanos vamos conociendo sus nombres, sus orígenes y por qué están en esta guerra. El capitán, un militar de carrera. El teniente, un titulado universitario, especialista en cultura clásica, enrolado en el ejército como respuesta patriótica a los atentados del 11 de septiembre. Varios soldados de distinta procedencia, con nombres americanos, latinos, árabes, hindúes, todos de nacionalidad americana, procedentes de apartados lugares de su país. Algunos ya veteranos de otras guerras. Todos ellos han encontrado en el ejército un modo de vida y un sustento familiar, bajo el paraguas del patriotismo y el idealismo. Mirando hacia atrás, podríamos definir a esta tropa como un ejército mercenario, que lucha por la soldada, sin un claro análisis político y moral de su acción.

Del ejército atacante sabemos, de forma colateral, que pertenece a la etnia pastún, dominante en el país, que vive en las montañas próximas. Algunos mueren en la contienda, entre ellos el sayyid, un principal, a quien se reconoce por el turbante negro; otros huyen, no sabemos cuántos.

Es sabido que el ejército americano posee el mejor armamento del mundo, drones de observación y de ataque, los mejores fusiles de precisión, etc. y entrenados especialistas en su manejo y sofisticadas estrategias de combate. El ejército atacante utiliza armas antiguas, heredadas y reutilizadas, y una vieja técnica, la guerrilla, cargada de improvisación, complicidad, fidelidad y coraje, con una probada eficacia histórica.

La imagen del enemigo, el agresor, el traidor o el invasor se convierte en la representación del mal, para uno u otro bando. Eso justifica la acción, la agresión, la invasión, o el deseo de liberación, como un proceso de purificación y restitución.

Guerra a la guerra

Roy-Bhattacharya no especifica ni el momento ni el lugar. No ofrece ningún dato para identificar la batalla que relata. Realmente no importa ni el momento ni el lugar. Se trata de un escenario, como telón de fondo, que el autor sitúa en Afganistán porque es la guerra del momento, y un tiempo impreciso, entre la llegada de los americanos, en octubre de 2001 (Operación Libertad Duradera) y la escritura de la novela, 2012 (desde 2015, el ejército americano y las fuerzas de la OTAN se ocupan, con el respaldo de las Naciones Unidas, de la preparación y asesoramiento del ejército de Kabul, Operación Apoyo Decidido).

Es “la guerra”, una guerra en cualquier lugar del mundo, a lo largo de los siglos. El autor, en su juego dialéctico, hace guiños a la Guerra de Troya. ¿No es verdad que la guerra ha existido siempre?

La novela se introduce en la guerra, narra la guerra desde dentro. Cómo la hacen, la viven y la sienten sus protagonistas. Cómo la sufren los seres humanos –todos los protagonistas son seres humanos- , sujetos agentes y pacientes. Incluso hay gestos de piedad, de duda. La idea estúpida, imposible, de “humanizar la guerra”, siempre denunciada por los pacifistas.

El riesgo y el miedo de la propia muerte, la muerte del compañero, la muerte de los seres queridos, las heridas, primero las materiales, luego las inmateriales. Y las pérdidas, eso no estaba en los cálculos. En algún momento surge la autorreflexión.

El proceso de la guerra transforma las rectas y elevadas aspiraciones iniciales, la idea de justicia, de patriotismo, incluso de resarcimiento, en un sentido de fracaso, de rotura, de inseguridad y de pérdida de identidad. ¿Esto es lo que queríamos hacer? ¿Acaso estamos logrando nuestros objetivos? Y, finalmente, ¿merece la pena tanta muerte y sufrimiento? Este proceso de transformación lo experimenta cada uno de los actores individualmente, hasta que lo ponen en común y se convierte en un sentimiento colectivo. La guerra no ha servido para nada.


 ¿Qué hacen las mujeres en las guerras?

Mas, ¡ea! Vete a casa y atiende tus labores, el telar y la rueca, y ordena a las criadas que al trabajo se entreguen, pues la guerra ha de correr a cuenta de los varones todos que en Ilión han nacido, y de mí especialmente”. En La Ilíada (VI-490-494), Héctor, matador de guerreros, despedía a su esposa con estas palabras antes de volver al combate. Andrómaca, tras la heroica muerte de su esposo y la terrible muerte de su hijo, se convirtió en botín de guerra y fue entregada al enemigo. Efectos colaterales de las guerras. 

La guardia tiene dos capítulos titulados con nombre de mujer. El primero, “Antígona”, presenta a la protagonista principal, pues ella desencadena toda la trama de la novela. Se trata de una mujer pastún que, según cuenta, ha sufrido la pérdida de toda su familia, excepto el hermano menor, cuando una bomba amiga (su familia combatió al talibán) impactó, por error, en un grupo familiar que volvía de una boda. En su ley sagrada, el varón superviviente está obligado a vengar la muerte injusta de los suyos. Pero el varón ha muerto en esta venganza y ella, tullida a causa del mismo bombardeo, debe cumplir otra ley sagrada, enterrar a los muertos. Extraña ley aquella que muestra, por un lado, la piedad y, por otro, la ley del Talión, inscrita en la estela de Hammurabi 1.200 años antes de Cristo. Pero las mujeres cumplen la justicia divina, aunque les cueste la vida. Nizan es el nombre de esta nueva Antígona. Como Antígona, está destinada a morir. Morirá por un absurdo error humano.

El cuarto capítulo se titula “Ismene”. Es la hermana de Antígona, y aunque permanecen unidas por el lazo fraternal en la disputa de Eteocles y Polinices, Ismene se inclina por la justicia humana, y salva su vida. La voz de este capítulo pertenece al traductor. Masood es un joven afgano tayiko que puede expresarse en inglés y en varias lenguas afganas. Pertenece al ejército de coalición y colabora fielmente con los americanos, frente al enemigo talibán, que ha matado a su familia. También él cumple el deber sagrado de vengar a sus muertos; por eso no duda de que tiene enfrente al enemigo.

Emily, Sarah, la madre de Tommy, Linsey, la hermana de… Los sueños, los recuerdos de los soldados vuelven a estas mujeres que han dejado en la retaguardia. Mujeres que no han aprobado o no han entendido su decisión, pero que han aceptado su destino. Pero un día dijeron no, y ellos se quedaron solos. Ya no son el espejo de la fiel Penélope que espera la vuelta del guerrero. El honor y el valor ya no están en criar hijos para la patria, sino en educar a los hijos para la paz. "Aprended para saber que la guerra no es necesaria y que podéis educar noblemente a vuestros hijos contra la guerra; y cuando hayáis aprendido esto, solo entonces, os habréis convertido en unas buenas maestras", decía Bertha von Suttner en Boston en 1904.

Epílogo

El presidente Joe Biden anunció, hace unos días, la retirada definitiva de los soldados americanos para el 11 de septiembre de 2021, veinte años después del atentado que dio origen al conflicto. La inseguridad y la pobreza del país persisten. Los talibán controlan casi la mitad del país.

La ley sagrada nos sigue imponiendo un mandato taxativo: “No matarás”. Bertha von Suttner, la primera mujer que recibió el Premio Nobel de la Paz en 1905 decía: “La guerra es un crimen”. Por eso, siguiendo su eslogan, ¡ABAJO LAS ARMAS”. Este es el mensaje que yo he encontrado en La guardia, la novela de Joydeep Roy-Battacharya.



  Otras aportaciones del grupo de lectura

Lo que más me ha impactado al leer el libro ha sido la imagen de la mujer frágil en su carrito, dentro de un paisaje de lo más inhóspito; frágil pero con unas fuertes convicciones y unos valores sólidos. Tiene claro lo que tiene que hacer.

Los americanos se muestran sin fuerza, cansados, aburridos. No hay valores en ningún momento ni se ve que tengan claro lo que deben hacer.

Me ha gustado la personalidad de la mujer: ella sola enterrando y respetando a sus muertos. Matando el cordero. Preparando el banquete para los forasteros hostiles, dando una lección de respeto y valentía.

Creo que en este libro se refleja muy bien el sinsentido de las guerras.

Inma Martín



La lectura de La guardia me ha producido sentimientos parecidos a los que me trae un concierto sinfónico. En este caso particular, un concierto de música programática que me envuelve en imágenes de guerra y asedio, provocando un estado de ánimo absolutamente tenso.

Describiría el primer tiempo/capítulo como un adagio maestoso, en el que se exponen los temas. Aparecen, apenas esbozados, los personajes principales junto al tema central, Antígona.

Leo/oigo el segundo tiempo como un andante ma non troppo. Todos los personajes van apareciendo, de uno en uno, al tiempo que se solapan como en una fuga, con sus variaciones, situación familiar, sueños, gustos musicales, razones para estar allí. Y el perro, que parece como una nota de adorno, pero que nos va a conectar con el trágico desenlace.

El último capítulo/tiempo de la sinfonía es un presto agitato que expresa la necesidad de resolver ya el problema. Lo hace con un ripieno, todos los instrumentos a modo de coda final, para terminar en un repentino pianissimo. La muerte de Antígona.

Cristina Baselga


La guerra, las situaciones en las que se compromete la propia supervivencia, acentúan ese instinto primario de pertenencia a una tribu, un instinto que empuja a considerar como humanos solamente a aquellos que pertenecen a nuestra tribu o a tribus amigas, rebajando de esa categoría humana a aquellos que pertenecen a otras. Cuando ese instinto se confronta con el todavía más básico instinto de preservar la vida, de ayudar a aquellos que se encuentran indefensos, el ejército necesita el faro de un capitán que, como Connolly, mantenga el discurso imperialista americano, aquel según el cual la misión de preservar el sistema democrático capitalista está por encima de todo, aunque sea a sabiendas de que la democracia que se está preservando es un nido de corrupción.

En Connolly encontramos el ejemplo perfecto de cómo esa situación límite, en la que su objetivo primario es preservar la vida de sus hombres, le empuja a rebajar de la categoría humana a Nizam, una muchacha sin piernas totalmente indefensa, por la que únicamente muestra interés cuando percibe la posibilidad de enviarla a Alemania donde se le pondrán unas prótesis y se convertirá en un nuevo objeto, esta vez valioso, al servicio de la propaganda del ejército. Paradójicamente, el mismo capitán acepta como “miembro de su tribu” a Minus, un perro perdido tan indefenso como la chica, al que humaniza concediéndole toda suerte de caprichos. La humanización de Minus enfrentada a la deshumanización de Nizam, nos señala el camino hacia las incongruencias de los instintos primarios que mueven al Capitán, una figura que representa la propia esencia de las élites del ejército, en este caso el americano.

Ignacio Beltrán


La guardia es una novela en la que el autor revive la figura mítica de la joven Antígona en el siglo XXI. Nos presenta la impactante imagen de una joven afgana, mutilada, arrastrándose en un carrillo de ruedas impulsado por sus manos a través de la ruda y polvorienta montaña. Una imagen tan dura como la de la larga y terrible guerra de Afganistán.

En esta novela Antígona se enfrenta a un ejército, acampada en medio de un descampado árido y frío. Inevitable recordar y comparar esta versión con la que nos ofreció Sófocles en el siglo V a. C, en la que Antígona está en un Palacio frente al tirano Creonte, al que ha desobedecido para seguir la ley divina de dar sepultura al cadáver de su hermano. 

A mediados del siglo XX, en 1.967, María Zambrano publica La tumba de Antígona: nos presenta a la joven Antígona en la oscuridad de su tumba, en donde afirma su destino dialogando desde el fondo de sí, con las voces que escucha en su conciencia, y se dirige a todas las personas de su horizonte existencial, las mujeres y los hombres de su vida.

Son tres visiones de una joven mujer frente al Poder, al que a lo largo de los siglos tiene que seguir afirmándose.

Ino Torres


Después de veinte años de guerra en Afganistán, las tropas de Estados Unidos abandonan el país. Cabe preguntarse entonces: ¿qué sentido ha tenido esta guerra?, ¿qué sentido tiene cualquier guerra? ¡Cuántas preguntas se les plantean a los soldados y mandos que están desplazados allí! ¿Han ido por falta de recursos económicos? ¿Han ido por patriotismo, altruismo, cooperación, defensa de la libertad…? ¿Qué preguntas de carácter existencial se hacen una vez que se ven inmersos en el conflicto? “¿Qué hacemos aquí? ¿Venimos a liberar a los afganos del yugo de los talibanes? Si, al ayudar matamos, ¿podemos asumirlo como daños colaterales?” No saben que serán también considerados como “daños colaterales”.

¡Cuántas preguntas seguirán haciéndose cuando, situados en la base, en medio de territorio pastún y cercados por los talibanes, aparece una joven afgana, llamada Nizam (Armonía), en un carrito, ya que le faltan los miembros inferiores, reclamando el cuerpo de su hermano muerto en el ataque a la base, el día anterior!

Se desarrollará así una nueva tragedia griega, una Antígona completamente actual, con unos conflictos que confrontarán a Oriente y Occidente. ¿Por ignorancia, por desconocimiento, por unos estereotipos sobre la guerra, valentía, sin razón...? Veremos las consecuencias que estas guerras actuales nos harán volver a vivir.

En lugar de dar una única respuesta a todas estas preguntas, el autor da voz a todos los personajes con sus diferentes puntos de vista. Cada uno, según su ideología y su experiencia personal, interpretará los distintos sucesos y, sobre todo, el de la aparición de Nizam, “la mujer”. Esta mujer viene arrastrándose con ayuda de un carrito y cargada con un rubab, instrumento musical con traste similar al laúd, de cuerda frotada, expandido por el Magreb, Medio Oriente y Lejano Oriente. Cuando lo oye Duggal, le dice al sargento primero Whalen que le ha recordado la música de su tierra, del Punjab. Hace ese sonido como de lluvia que cae sobre el agua (186).

A través de lo que estos personajes van escuchando en el desarrollo de la historia, se va formando una banda sonora que los acompaña a lo largo del tiempo. Otro elemento reflejado de forma visible.

Ya en la portada, preciosamente diseñada, aparece el reloj, como metáfora del paso del tiempo. El tiempo que les queda, “tiempo regalado”. El tiempo, que en el capítulo del teniente Nick Frobenius es medido tan escrupulosamente en una sucesión constante, implacable, día y noche. Noche interminable, llena de insomnios y malos augurios.“Estamos todos tan cansados que es como si estuviéramos muertos” (217).

En este ambiente de muerte se impone el Réquiem. “¡Señor, sácanos de esta noche oscura! Réquiem aeternam dona eis, Domine”. Oído una y otra vez. Réquiem, Réquiem...

El teniente Simonis es amante del rock duro y escucha a Ozzy Osbourna, War Pigs, Desert Angel (124). Dice parte de una estrofa: “la gente era libre de cruzar las líneas, pero luego sucedió algo en el desierto, algo rompió las estrellas en pedazos. Bueno, yo vivo debajo de una gran montaña roja, con la forma de una gran bestia enorme”. KANDAHAR quiere decir “Montañas Rojas”.

Llanos Collado