domingo, 30 de octubre de 2016

"El cuervo" (The Raven), de Edgar Allan Poe



Ilustración de Edmund Dulac


                                                     EL CUERVO


En una taciturna medianoche, mientras débil y cansado cavilaba
ante algunos extraños y curiosos volúmenes de olvidados saberes,
mientras cabeceaba, casi dormitando, de improviso se oyeron unos toques,
como si alguien estuviera llamando, llamando a la puerta de mi cuarto.
"Será algún visitante -musité- llamando a la puerta de mi cuarto,
sólo eso y nada más."

Ah, recuerdo claramente que esto era en un gélido diciembre,
y cada ascua moribunda daba forma a su fantasma sobre el suelo.
Yo anhelaba ansiosamente la mañana; en vano había tratado de obtener
de mis libros alivio a mi pesar, mi pesar por la pérdida de Lenora,
por la rara y radiante doncella a quien llaman los ángeles Lenora,
aquí sin nombre nunca más.

Y el sedoso, triste, incierto susurrar de las purpúreas cortinas
me estremeció, me llenó de fantásticos terrores que no había antes sentido;
conque para calmar los latidos de mi corazón, me puse en pie riendo:
"Será algún visitante  que suplica entrada en la puerta de mi cuarto,
algún visitante tardío que suplica entrada en la puerta de mi cuarto;
eso es y nada más."

Mi alma se sintió de inmediato más fuerte; y sin dudarlo más
"Señor -dije- o señora, sinceramente imploro vuestro perdón,
pero el caso es que estaba dormitando, y tan suavemente vinisteis a llamar,
tan quedamente vinisteis a tocar, a tocar a la puerta de mi cuarto,
que no estaba seguro ni de haberos oído"; en esto abrí de par en par la puerta;
había oscuridad y nada más.

Hundí la vista en aquella oscuridad y estuve un rato allí inquiriendo, temiendo,
dudando, soñando sueños no mortales que antes nunca osé soñar;
pero no se rompió el silencio ni dio señales la quietud,
y la única palabra allí dicha fue la palabra "¿Lenora?" musitada,
eso musité, y un eco murmuró en respuesta la palabra "¡Lenora!",
simplemente eso y nada más.

Ya de vuelta en mi cuarto, con toda mi alma ardiendo en mi interior,
pronto oí de nuevo golpes más fuertes que antes.
"Sin duda -dije-, sin duda es algo que está junto a la celosía de la ventana;
veamos, pues, qué hay ahí; exploremos este misterio;
cálmese un momento mi corazón; exploremos este misterio;
¡es el viento y nada más!

Abrí el postigo y entonces, entre mucho revuelo y aleteo,
en él se posó un cuervo magnífico de los sagrados días de antaño;
no rindió la menor pleitesía; ni un minuto se detuvo o lo dudó,
sino que, con porte de señor o de dama, se posó sobre la puerta de mi cuarto,
se posó en un busto de Palas justo sobre la puerta de mi cuarto,
se posó, se instaló y nada más.

Entonces cautivó aquel pájaro de ébano mi triste imaginación haciéndome sonreír
por la grave y severa corrección que ofrecía su semblante;
"Aunque esté tu cresta rapada y pelada -le dije- no eres de seguro ningún cobarde;
fantasmal y adusto cuervo antiguo que errando llegas de la costa de la noche,
¡dime cuál es tu nombre señorial en la costa plutoniana de la noche!"
Dijo el cuervo: "Nunca más".

Mucho me maravilló oír a aquella insulsa ave disertar tan llanamente,
aunque su respuesta tuviera poco sentido, poca pertinencia;
pues no podemos evitar estar de acuerdo en que ningún ser humano vivo
recibió nunca la dicha de ver a un pájaro sobre la puerta de su cuarto,
a un pájaro o a cualquier otro animal en el busto esculpido sobre la puerta de su cuarto
con un nombre como "Nunca más".

Pero el cuervo, posado solitario sobre el plácido busto, dijo sólo
esas dos palabras, como si  vertiera su alma en esas dos palabras.
Nada más expresó después, ni una pluma agitó después,
hasta que yo me limité a murmurar: "Otros amigos huyeron antes;
por la mañana él me dejará, como huyeron antes mis esperanzas".
Dijo el pájaro entonces: "Nunca más".

Sobresaltado al romper el silencio una respuesta tan propiamente dada,
"Sin duda -pensé- lo que dice es sólo una frase formularia
tomada de algún desdichado maestro a quien el desastre despiadado
persiguió y persiguió de cerca hasta que sus canciones tuvieron un solo estribillo,
hasta que las endechas de su esperanza tuvieron ese melancólico estribillo
de "Nunca, nunca más".

Pero el cuervo seguía cautivando mi imaginación y haciéndome sonreír;
acerqué un sillón con cojines ante el pájaro, el busto y la puerta;
luego, hundiéndome en el terciopelo, me entregué a enlazar
fantasía tras fantasía, pensando qué quería decir este ominoso pájaro de una remota edad,
este lúgubre, desgarbado, fantasmal, adusto y ominoso pájaro de una remota edad,
al graznar "Nunca más".

Esto me ocupaba en imaginar, pero sin decir ni una sílaba
al ave cuyos feroces ojos ardían ahora en lo hondo de mi pecho;
esto y más intentaba adivinar, con la cabeza cómodamente reclinada
en el forro de terciopelo de los almohadones, sobre el que la luz de la lámpara se recreaba,
pero cuyo forro de terciopelo violeta, con la luz de la lámpara que en él se recreaba,
¡ella no oprimirá, ah, nunca más!

Entonces, creo, se hizo más denso el aire, perfumado por un incensario invisible
balanceado por un serafín cuyas pisadas tintineaban en el suelo almohadillado.
"¡Miserable -exclamé-, tu Dios te ha dado un respiro, por estos ángeles
te ha dado un respiro y un filtro de tus recuerdos de Lenora,
apura, oh, apura este buen filtro y olvida a esa perdida Lenora!"
Dijo el cuervo "Nunca más".

"Profeta -dije-, ¡ser maligno!, ¡profeta en todo caso, seas pájaro o diablo!
si te envió el tentador , o si la tempestad te arrojó aquí a la costa
desolada aunque intrépida, en esta desierta tierra encantada,
en este hogar acosado por el horror, dime sinceramente, te imploro,
¿hay bálsamo, hay bálsamo en Galaad? ¡Dime, dime, te imploro!"
Dijo el cuervo: "Nunca más".

"¡Profeta! -dije-, ¡ser maligno!, ¡profeta en todo caso, seas pájaro o diablo!,
por ese cielo que se cierne sobre nosotros, por ese Dios que los dos adoramos,
di a esta alma abrumada de aflicción si en el remoto edén
abrazará a una doncella santificada a quien los ángeles llaman Lenora,
abrazará a una rara y radiante doncella a quien los ángeles llaman Lenora".
Dijo el Cuervo "Nunca más."

"¡Sea esa palabra nuestra señal de despedida, pájaro o enemigo! -grité alzándome de un salto-,
¡vuelve a la tempestad y a la costa plutoniana de la noche!
¡No dejes ninguna pluma negra como muestra de la mentira que tu alma ha dicho!
¡Deja intacta mi soledad! ¡Abandona el busto sobre mi puerta!
¡Saca tu pico de mi corazón y llévate tu forma de mi puerta!"
Dijo el cuervo "Nunca más".

Y el cuervo, que nunca se marchó, aún está posado, está posado
en el pálido busto de Palas justo encima de la puerta de mi cuarto;
y sus ojos se asemejan a los ojos de un demonio que soñara;
y la luz de la lámpara, que da sobre él, proyecta su sombra en el suelo,
y mi alma, de esa sombra que se extiende sobre el suelo,
¡no se alzará nunca más!


              En Poesía completa. Versión de María Condor y Gustavo Falaquera.
Hiperión, 2000

 VERSIÓN ORIGINAL EN INGLÉS:

THE RAVEN //Once upon a midnight dreary, while I pondered, weak and weary, /Over many a quaint and curious volume of forgotten lore— /While I nodded, nearly napping, suddenly there came a tapping, /As of some one gently rapping, rapping at my chamber door. /“Tis some visitor,” I muttered, “tapping at my chamber door— /Only this and nothing more.” //
Ah, distinctly I remember it was in the bleak December; /And each separate dying ember wrought its ghost upon the floor. /Eagerly I wished the morrow;—vainly I had sought to borrow/ From my books surcease of sorrow—sorrow for the lost Lenore— /For the rare and radiant maiden whom the angels name Lenore / Nameless here for evermore. //
And the silken, sad, uncertain rustling of each purple curtain / Thrilled me—filled me with fantastic terrors never felt before; / So that now, to still the beating of my heart, I stood repeating / “Tis some visitor entreating entrance at my chamber door— /Some late visitor entreating entrance at my chamber door;— /
This it is and nothing more.” //
Presently my soul grew stronger; hesitating then no longer, / “Sir,” said I, “or Madam, truly your forgiveness I implore; /But the fact is I was napping, and so gently you came rapping, /And so faintly you came tapping, tapping at my chamber door, / 
That I scarce was sure I heard you”—here I opened wide the door; — /Darkness there and nothing more. //
Deep into that darkness peering, long I stood there wondering, fearing, /Doubting, dreaming dreams no mortal ever dared to dream before; /But the silence was unbroken, and the stillness gave no token, /And the only word there spoken was the whispered word, “Lenore?”/ This I whispered, and an echo murmured back the word, “Lenore!”— /Merely this and nothing more. //
Back into the chamber turning, all my soul within me burning, /Soon again I heard a tapping somewhat louder than before. / “Surely,” said I, “surely that is something at my window lattice; / Let me see, then, what thereat is, and this mystery explore— /Let my heart be still a moment and this mystery explore;— /“Tis the wind and nothing more!” //
Open here I flung the shutter, when, with many a flirt and flutter, /In there stepped a stately Raven of the saintly days of yore; /Not the least obeisance made he; not a minute stopped or stayed he; /But, with mien of lord or lady, perched above my chamber door— /Perched upon a bust of Pallas just above my chamber door— / Perched, and sat, and nothing more. //
Then this ebony bird beguiling my sad fancy into smiling, /By the grave and stern decorum of the countenance it wore, /“Though thy crest be shorn and shaven, thou,” I said, “art sure no craven, /Ghastly grim and ancient Raven wandering from the Nightly shore— /Tell me what thy lordly name is on the Night’s Plutonian shore!” / Quoth the Raven “Nevermore.” //
Much I marvelled this ungainly fowl to hear discourse so plainly, /Though its answer little meaning—little relevancy bore; /For we cannot help agreeing that no living human being /Ever yet was blessed with seeing bird above his chamber door—/ 
Bird or beast upon the sculptured bust above his chamber door, /With such name as “Nevermore.” //
But the Raven, sitting lonely on the placid bust, spoke only/ That one word, as if his soul in that one word he did outpour./ Nothing farther then he uttered—not a feather then he fluttered—/ Till I scarcely more than muttered “Other friends have flown before— /On the morrow he will leave me, as my Hopes have flown before.” /Then the bird said “Nevermore.” //
Startled at the stillness broken by reply so aptly spoken, /“Doubtless,” said I, “what it utters is its only stock and store / Caught from some unhappy master whom unmerciful Disaster /Followed fast and followed faster till his songs one burden bore— /
Till the dirges of his Hope that melancholy burden bore /Of ‘Never—nevermore’.” //
But the Raven still beguiling all my fancy into smiling, /Straight I wheeled a cushioned seat in front of bird, and bust and door; /Then, upon the velvet sinking, I betook myself to linking /Fancy unto fancy, thinking what this ominous bird of yore— /What this grim, ungainly, ghastly, gaunt, and ominous bird of yore /Meant in croaking “Nevermore.” //
This I sat engaged in guessing, but no syllable expressing /To the fowl whose fiery eyes now burned into my bosom’s core;/ This and more I sat divining, with my head at ease reclining /On the cushion’s velvet lining that the lamp-light gloated o’er, /But whose velvet-violet lining with the lamp-light gloating o’er, / She shall press, ah, nevermore! //
Then, methought, the air grew denser, perfumed from an unseen censer / Swung by Seraphim whose foot-falls tinkled on the tufted floor. /“Wretch,” I cried, “thy God hath lent thee—by these angels he hath sent thee /Respite—respite and nepenthe from thy memories of Lenore; /Quaff, oh quaff this kind nepenthe and forget this lost Lenore!” /
Quoth the Raven “Nevermore.” //
“Prophet!” said I, “thing of evil!—prophet still, if bird or devil!— / Whether Tempter sent, or whether tempest tossed thee here ashore, /Desolate yet all undaunted, on this desert land enchanted— /On this home by Horror haunted—tell me truly, I implore— /
Is there—is there balm in Gilead?—tell me—tell me, I implore!” /Quoth the Raven “Nevermore.” //
“Prophet!” said I, “thing of evil!—prophet still, if bird or devil! /By that Heaven that bends above us—by that God we both adore— / Tell this soul with sorrow laden if, within the distant Aidenn, /It shall clasp a sainted maiden whom the angels name Lenore— /Clasp a rare and radiant maiden whom the angels name Lenore.” /Quoth the Raven “Nevermore.” //
“Be that word our sign of parting, bird or fiend!” I shrieked, upstarting— /“Get thee back into the tempest and the Night’s Plutonian shore! /Leave no black plume as a token of that lie thy soul hath spoken! /Leave my loneliness unbroken!—quit the bust above my door! /Take thy beak from out my heart, and take thy form from off my door!” /Quoth the Raven “Nevermore.” //
And the Raven, never flitting, still is sitting, still is sitting / On the pallid bust of Pallas just above my chamber door; /And his eyes have all the seeming of a demon’s that is dreaming, /And the lamp-light o’er him streaming throws his shadow on the floor; /
And my soul from out that shadow that lies floating on the floor / Shall be lifted—nevermore! //


Edgar Allan Poe
Edgar Allan Poe  (Boston, 1809-Baltimore, 1849) fue un  escritor estadounidense  considerado uno de los maestros del relato corto y recordado especialmente por sus cuentos de terror.  Es el primer escritor norteamericano que trató de vivir de la escritura.
Bautizado Edgar Poe, era hijo de actores ambulantes que al quedar huérfano de madre a los tres años -su padre los había abandonado antes-, fue acogido por el matrimonio Allan, de quienes tomó el apellido. John Allan era un rico comerciante de tabacos con quien Edgar tuvo siempre una difícil relación, que acabó en ruptura. Con los Allan vivió en Gran Bretaña (1815-1820), donde comenzó su educación en colegios privado, que continuaría por breve tiempo en la universidad de Virginia, centro que se vio obligado a abandonar cuando, en 1827,  su padre adoptivo se negó a pagar sus deudas de juego y le obligó a trabajar como empleado. Pero abandonó su trabajo y viajó a Boston; allí, con dieciocho años, publicó su primer libro, Tamerlán y otros poemas (1827). Tras dos años enrolado en el ejército, se reconcilió con Allan, quien en 1830 le proporcionó un empleo en la academia militar de West Point, de la que fue expulsado  por indisciplina. En 1832 se trasladó a Baltimore, donde comenzó a publicar cuentos y artículos en el Courier de Baltimore y, más tarde, en el Southern Baltimore Messenger, del que fue redactor. En esta ciudad contrajo matrimonio en 1836 con su prima Virginia Clemm, de catorce años. En 1838 publicó su única novela, Las aventuras de Arthur Gordon Pym, a la que siguió Cuentos de lo grotesco y lo arabesco (1840), recopilación de sus relatos; El cuervo y otros poemas (1845) y el poema en prosa Eureka (1848). Acosado por la miseria, el alcoholismo y el consumo de drogas, su existencia entró en franca descomposición tras la muerte de Virginia en 1847; de hecho,  sólo dos años después, el escritor fue encontrado inconsciente en una calle de Baltimore y, trasladado  al hospital, falleció pocos días después, el 7 de octubre de 1849, cuando contaba apenas cuarenta años.

Como periodista, crítico literario y narrador es autor de una obra marcada por la genialidad. Formuló una poética  a partir de la razón, de la inteligencia y del trabajo frente a la inspiración, por lo que está considerado como un superador del Romanticismo. Adquirió importancia en Europa antes que en su país gracias a Mallarmé* y a la traducción que hizo Baudelaire de sus relatos. Actualmente, su fama se debe sobre todo a los cuentos -no muy numerosos-, obras maestras de la literatura de terror en las que se combinan el horror y el intelectualismo, reforzándose mutuamente.   Destacan "El hundimiento de la casa Usher", "El pozo y el péndulo", "El corazón delator", "El gato negro" o "Los hechos sobre el caso del señor Valdemar", además de otros tres que inauguran la literatura detectivesca: "El escarabajo de oro", "Los crímenes de la rue Morgue" y "La carta robada".
   Respecto a su poesía, Poe se aparta del Romanticismo cuando deja en segundo plano la intimidad y los mensajes trascendentales para atender al mecanismo interno de la poesía. Su obra poética, de lenguaje un tanto convencional, destaca sobre todo por su cuidada forma rítmica. Sobre "El cuervo", poema narrativo publicado en 1845, y su composición más famosa, Poe explica en su ensayo La filosofía de la composición (The philosophy of composition) que este poema fue resultado de su deseo de lograr la Belleza, ideal propio de la poesía. El escritor pensó que la melancolía era el tono más adecuado para producir ese efecto y  no hay nada más melancólico que la muerte de una doncella hermosa. Tanto la extensión del poema como el insistente estribillo, breve, rotundo y de sonido lúgubre, están al servicio del objetivo propuesto. Además, la palabra 'nevermore' ('nunca más') pronunciada por una boca no humana, un cuervo, de reputación profética y cuyo color es acorde con la negrura del poema, adquiere un tono agorero. Según el autor, los menores detalles  -la alusión a la amada muerta, el busto de Palas Atenea sobre la puerta, la llamada del cuervo con el pico- han sido meticulosamente calculados.


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y

domingo, 23 de octubre de 2016

"Olas de otoño" y otro poema de Ángel Crespo

Thomas Moran, Sol rojo en los cielos (1875)


                  Olas de otoño

Otoño, no este mar, hace las olas
fermentar como un vino
nuevo -y son las gaviotas,
ahora, los heraldos
de una embriaguez que ignora
los límites del agua y de la tierra.

Yerra en el aire -no alumbra- la luz,
confundida entre ser e iluminar,
y el hipocampo que huye hacia los montes
abandona su campo a las gacelas.

Mar de otoño: las horas se hacen olas
para negar el tiempo.

        De La realidad entera [1989-1995]


                Entre lo deseado y el deseo

¿Quién que lanza una flecha no va en ella?
Pues donde van nuestros deseos
vamos nosotros, como el sol,
sin salir de su esfera, nos incendia,
y como son nuestras miradas
otra manera de entregarnos.

Entre lo deseado y el deseo
no hay distancias, ni apenas diferencia
-si va recta la flecha a su destino,
y aunque nunca lo alcance.

                  De El ave en su aire [1978-1984]

En La realidad entera. Antología poética (1949-1995).
Selección y prólogo de Alejandro Krawietz.
Galaxia Gutenberg/Círculo de Lectores, Barcelona, 2005


Ángel Crespo en Florencia, 1980
Ángel Crespo (Ciudad Real, 1926-Barcelona, 1995) fue poeta, profesor, ensayista, traductor y crítico de arte español.
  Pasó su infancia y adolescencia entre Ciudad Real y la finca de su madre en Alcolea de Calatrava. Durante la Guerra Civil estudia en casa con un profesor de francés a quien los Crespo habían ofrecido refugio. En 1943 se traslada a Madrid para estudiar la carrera de Derecho. Allí entra en contacto con los fundadores del postismo, al que se adhiere pronto. En 1949, tras acabar Derecho, pasa seis meses en Tetuán para terminar el servicio militar universitario. Es un tiempo de reflexión, que le llevará a abandonar el postismo. 
   De vuelta a Madrid, empieza a trabajar como abogado y publica una antología poética. En 1950 aparece Una lengua emerge, que marca el inicio de un nuevo rumbo en su poesía. En la década de los 50  participó en la lucha clandestina contra el régimen franquista, colaboró en diversas publicaciones españolas y portuguesas,  fundó  las revistas literarias El pájaro de paja (1950-1954) y Deucalión (1951-1953), aparte de contraer matrimonio con María Luisa Madrilley (1956),  madre de su único hijo (Ángel), de la que se separará posteriormente, y comenzar a publicar sus traducciones de Fernando Pessoa (1957).
   Los años 60 traerán importantes cambios en la vida de Ángel Crespo. En 1962 funda la Revista de Cultura Brasileña, publicación patrocinada por la Embajada de Brasil en Madrid que dirigirá hasta 1970, y  conoce a Pilar Gómez Bedate, con quien se casará años después. Con Pilar viajó a Italia en 1963; esta experiencia  lo anima a abandonar el ejercicio de la abogacía para dedicarse en exclusiva a la literatura y el arte. Por otra parte, las desavenencias en el seno del Partido Comunista, en el que militaba,  y el acoso a que lo sometía la policía franquista lo llevan a abandonar España en 1968  en compañía de Pilar Gómez Bedate, aceptando la invitación para enseñar ambos  en la Universidad de Puerto Rico. Durante su exilio, además de desarrollar su labor docente como catedrático de Literatura Comparada en la Universidad de Puerto Rico, se doctoró en la Universidad de Upsala (Suecia) con una tesis sobre El moro expósito del duque de Rivas y  enseñó como profesor invitado en las universidades de Leiden, Venecia y Wahsington. Fundó la Revista de Arte/The Art Review y organizó la sala de exposiciones del recinto de Mayagüez. 
     En 1988 regresó a España y fijó su residencia en Barcelona, donde trabajó como profesor visitante en la Universidad Autónoma y en la Central, y finalmente fue nombrado profesor emérito de la Pompeu Fabra, en cuya Facultad de Traducción enseñó hasta su muerte, acaecida el 12 de diciembre de 1995. Fue enterrado en la localidad turolense de Calaceite, donde pasaba largas temporadas.
Con Pilar Gómez  Bedate en Altuna (Suecia), 1971

Como ha señalado José Luis Gómez Toré ("Ángel Crespo: la poesía como viaje iniciático"), por influencia de la obra de Dante, la escritura acabó convirtiéndose para Crespo en "un camino iniciático, una búsqueda de lo sagrado y una vía de transformación personal". Por ello, Alejandro Krawietz considera la obra poética de Ángel Crespo como una "anomalía" en el panorama de la poesía española de la segunda mitad del siglo XX, y  de ahí los problemas que ha encontrado la crítica para ubicar su obra. 
Su obra poética es extensa y rica y opuesta al realismo de posguerra. Tras Una lengua emerge se continúa en libros como Todo está vivo (1951-1955) o Junio feliz (1959). Todos los libros de esa época, hasta Docena florentina (1965), formarían parte, reorganizados en cinco secciones, del volumen recopilatorio En medio del camino (1971). De igual forma, en El bosque transparente (1983) se recogen los libros publicados entre 1971 y 1983. Parnaso confidencial (1984), El ave en su aire (1985), Ocupación del fuego (1990), Iniciación a la sombra (1995), Poesía (1996), en el que recogió su poesía completa, y La puerta entornada (1998) fueron sus últimas entregas.
   La crítica distingue tres etapas en la trayectoria poética de Ángel Crespo, a las que Alejandro Krawietz añade una "prehistoria" poética -la etapa del postismo-, que se corresponde con los últimos años de la década de los cuarenta. La primera se corresponde con el llamado "realismo mágico": desde Una lengua emerge hasta Docena florentina (1966), exclusive; una segunda dominada por lo que Balcells denominó "humanismo culturalista" -a la que pertenecen  Claroscuro (1978), Colección de climas (1978) o, parcialmente, Donde no corre el aire (1981)-, y una tercera en la que la presencia de una depurada espiritualidad permite etiquetar como "humanismo trascendente" o "poesía esotérica".

De su obra ensayística, destacan Poesía, invención y metafísica (1970), Juan Ramón Jiménez y la pintura (1974), Conocer Dante y su obra (1979), Estudios sobre Pessoa (1984), El duque de Rivas (1986), Las cenizas de la flor (1987), La vida plural de Fernando Pessoa (1988), Con Fernando Pessoa (1995) y Por los siglos (2001). Además tradujo obras del portugués, italiano, francés, catalán, gallego, retorromano y latín. Destaca por sus traducciones de Pessoa, de la Divina Comedia de Dante, y del Cancionero de Petrarca.

Actualización (14-8-2017):

Pilar Gómez Bedate (Zamora, 1936) murió en Zaragoza el 13 de agosto de 2017.  Dos semanas antes había sufrido un derrame cerebral cuando se encontraba en Calaceite, donde había organizado unas jornadas en homenaje a Ángel Crespo. Fue ingresada en el hospital Miguel Servet de Zaragoza, donde falleció.

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Calaceite (Teruel)



             UNA BRISA NOCTURNA

                                     A Ángel Crespo y Pilar Gómez Bedate

Vivían con las palabras precisas.
Con las suyas y con las de los otros:
con las de Fernando Pessoa y Rilke,
con las de Juan Ramón Jiménez,
con las de Stéphane Mallarmé.
Y esas palabras, en forma de versos,
andaban por la casa como pájaros
inquietos, como las notas huidizas 
de una ópera o de un río de sílabas.
Vivían entre las piedras y el cielo,
entre los búcaros y el aleteo
de las telas. Siempre había un olor
a madera y a intimidad cercada.
Los libros estaban cerca. Los discos,
los cuadernos y una cesta de frutas.
Al llegar la noche, él se retiraba 
a un palomar que era su obrador,
su estudio y el oratorio de la poesía.
Hablaba con Ofelia, con Zenobia,
con Beatriz, el delirio de Dante.
Congregaba a los espectros del verbo.
Había un instante en que ella subía
a sentarse a su lado: temblaba la luna
y encendía la fronda de los olivos.
Una brisa retornaba del campo
y entraba por la ventana para ellos.

                                    ( Antón Castro)



domingo, 16 de octubre de 2016

"Y abriré, como siempre, la ventana...", de Antonio Carvajal




Y abriré, como siempre, la ventana,
hacia la lluvia o hacia el sol naciente,
hacia una primavera indiferente
en la que tan sólo es flor aún la manzana.

Y yo me iré. Tranquila, la mañana
tendrá pájaros ebrios en su frente:
mi tortura será tu seno ardiente,
tus muslos tibios, tu silencio grana.

Indiferente todo a mi partida,
feliz el cielo en su certero engaño,
terrible el tiempo en su perenne huida,

irás a la ventana:
                                   Te hará daño
la luz. Y sin mis besos en la herida,
al mirarte al espejo, dolorida,
verás tu propio cuerpo como extraño.

                          De Sitio de ballesteros, 1981

Antonio Carvajal (Albolote, Granada, 1943) es poeta español perteneciente a la generación del 68, también llamada de los 70. 
   Doctor en Filología Románica, mereció los premios extraordinarios de licenciatura y de doctorado por la Universidad de Granada, donde hasta su jubilación fue profesor de Métrica. Ha sido director de las colecciones "Pliegos de vez en cuando" y "Corimbo de poesía", ha dirigido el Aula de Poesía y la Cátedra Federico García Lorca de la Universidad de Granada, así como la colección "Genil" de la Diputación granadina. 
    Es autor de los ensayos De métrica expresiva frente a métrica mecánica (1995) y Metáfora de las huellas /Estudios de métrica (2002), de las ediciones comentadas de Sonetos de Azul... a Otoño  de Rubén Darío (2004), Poemas mágicos y dolientes (2005) y Sonetos espirituales de Juan Ramón Jiménez, de una antología de Diego Hurtado de Mendoza, y, en colaboración con Juan Ramón Torregrosa, de las antologías Hoy son flores azules y Mañana serán miel. La tradición oral en la Generación del 27 (2008). 

Como poeta, pertenece a la línea neobarroca de su generación. Es un notable renovador de la tradición lírica andaluza y autor de una versificación depurada e innovadora. Su fidelidad a la tradición se manifiesta tanto en el empleo de recursos técnicos (las combinaciones métricas más complicadas junto a las figuras retóricas más evidentemente gongorinas y quevedianas) así como en algunos aspectos del contenido. No obstante, desde mediados de los 80, sin abandonar las estructuras cultas, cultiva también las propias de la poesía popular. 
   Es autor, entre otros,  de los poemarios Tigres en el jardín (1968), Serenata y navaja (1973), Casi una fantasía (1975), Siesta en el mirador (1979) y Sitio de ballesteros (1981), recopilados en Extravagante jerarquía (1968-1981), 1983; Servidumbre de paso (1982) y Del viento en los jazmines (1982), ambos recogidos en Del viento en los jazmines (1982-1984), 1984; Noticia de setiembre (1984), De un capricho celeste (1988), Testimonio  de invierno (1990, Premio de la Crítica), considerada su obra maestra; Rimas de Santafé (1990), Miradas sobre el agua (1993),  Raso milena y perla (1995), Alma región luciente (1997), Una perdida estrella (1999), Columbario de estío (1999), Los pasos evocados (2004) y Un girasol flotante (2011, Premio Nacional de Poesía)

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[La imagen inicial está tomada de: escrevotecuandochegaracasa.blog]

domingo, 9 de octubre de 2016

"A la inmensa mayoría", de Blas de Otero



            A la inmensa mayoría

Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos sus versos.

Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.

Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.

¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.

Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad.  Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.
                                               BLAS DE OTERO

De Pido la paz y la palabra, 1955

En el año del centenario de su nacimiento, recordamos a Blas de Otero (1916-1979) con una de sus composiciones más conocidas. Se trata del poema inicial  de Pido la paz y la palabra, libro que representa la ruptura con la poesía existencial  y el inicio de una nueva etapa, la de la poesía social; en palabras de  Alarcos, "el paso del yo al nosotros".

En la entrevista concedida a Manuel Michel ("Blas de Otero cuenta algo de su vida"*) para México de la Cultura, suplemento del periódico Novedades (12 de abril de 1959), Blas de Otero  explicaba así su evolución:
Me siento terriblemente solidario de la realidad social, lo que me impide sentirme solitario. Vea usted mi dedicatoria de Pido la paz y la palabra. Es la antítesis de la famosa frase de dedicación de Juan Ramón Jiménez -a quien admiro mucho- "A la minoría siempre, a la inmensa minoría...".Yo lo dedico a la inmensa mayoría. Y creo que no tenemos otro camino los poetas, o los escritores en general. Hay que hacer el camino inverso, romper las pequeñas capillas literarias, aumentar el número de los escogidos. Yo recojo de la "inmensa mayoría" mis inquietudes y mis temas y también mis palabras, y lo devuelvo todo. El subjetivismo es poco provechoso aun cuando tiene una función de base. En un momento dado, antes de Pido la paz y la palabra, mi inspiración provenía de los temas llamados "eternos", metafísicos, el hombre entre la vida y la muerte. Pero encontré mi centro de gravedad, como he dicho, y en él me apoyo. Es la España concreta, actual. Y la vuelta al Romancero y a Machado en el uso del lenguaje que entiende el pueblo.
El poema, una declaración de principios en cuartetos asonantados,  poetiza su trayectoria poética y adquiere forma de testamento ("mi última voluntad") al estar datado y firmado. El poeta, absorto hasta entonces en su mundo interior, dirige su mirada hacia los otros y ve   un mundo dominado por el odio y la violencia, destrozado por la guerra (representada aquí por aviones de combate y barcos de guerra: "ángeles atroces" y "horribles peces de metal"). Su poesía anterior le parece entonces tremendamente insolidaria, por eso "rompió todos sus versos" y, dando un giro radical a su poesía,  bajó a la calle con los brazos abiertos  para, en unión de sus semejantes, clamar contra ese horror y buscar la paz y la justicia.

*En  Obra completa (1935-1977). Edición de Sabina de la Cruz con la colaboración de Mario Hernández. Galaxia Gutenberg, Barcelona, 2016, pp. 1119-1123.

Puedes escuchar otro poema del autor en este enlace:

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miércoles, 5 de octubre de 2016

Grupos de lectura: curso 2016-2017




Os presentamos el plan de los grupos de lectura del IES Goya para el presente curso. Los grupos de lectura están abiertos a la participación de alumnos, exalumnos, madres y padres, profesores en activo y jubilados y personal de administración y servicios.




Grupo I - “Leer juntos Hoy

7 de noviembre: Viaje a la aldea del crimen: Documental de Casas Viejas, de Ramón J. Sender. Libros del Asteroide.
En enero de 1933 se produjo una revuelta en un pequeño pueblo gaditano, Casas Viejas, que fue brutalmente sofocada por las fuerzas del orden republicanas. Veinticinco personas perdieron la vida en unos sucesos que a la postre acabarían forzando la dimisión del presidente del gobierno, Manuel Azaña. Desde el primer momento hubo dudas respecto a la versión oficial de los hechos y varios periodistas se desplazaron enseguida a Casas Viejas para recabar más información. Uno de ellos fue Ramón J. Sender, entonces ya famoso escritor y periodista, que escribió una serie de crónicas sobre lo sucedido y a las que posteriormente dio forma de libro: Viaje a la aldea del crimen.


12 de diciembre: Claus y Lucas, de Agota Kristof (I. El gran cuaderno). Ed. El Aleph.
Una fábula incisiva sobre los horrores de la guerra y el totalitarismo, pero también una gran novela de iniciación a la vida. Abre la trilogía El gran cuaderno, donde Claus y Lucas se encuentran a merced de su abuela, una mujer analfabeta y cruel. Lejos de rendirse ante esta amenaza, los gemelos aprenden las leyes de la vida, de la escritura y de la crueldad. Abandonados a su suerte, ellos se aplican, a diario, a anotar, en un gran cuaderno, sus progresos. 





16 de enero: Fruta podrida, de Lina Meruane. Eterna Cadencia Ed.
Zoila del Campo y su hermana María, alias la Mayor, viven en un pequeño poblado del campo chileno llamado Ojo Seco. Allí sus vidas coexisten en torno a la enfermedad degenerativa que padece Zoila y el trabajo de María en una empresa frutícola. En este marco se revelan el drama familiar que produce el estado de la protagonista y los intrincados caminos que surgen de la rebeldía ante este, detonando situaciones que hacen que el relato alcance tintes surrealistas, fantásticos y abiertos. Este cuarto libro de la autora desemboca en problemas contingentes: globalización, interculturalidad, la ausencia del diálogo como provocación y el escritor/la escritora como enfermero /enfermera de nuestra fragmentada y enferma conciencia.


13 de febrero : Agua de limón, de Clara Fuertes. Ed. Eride.
Me llamo Clara. Clara, como la mujer anciana de la portada de este libro. Era mi bisabuela. A su lado reposa mi madre. Tenía la misma edad que yo. Tan solo doce años. Doce años no son nada, apenas el inicio de una primavera que está aún por florecer; pero fue precisamente a mis doce años cuando recibí su herencia, hecha de palabras, de memorias, entre almohadones y susurros. Durante las largas siestas de su último verano, mi abuela Magui me relató su vida, la recuperó para mí. Vivencias únicas, la historia de nuestra familia en un momento trágico en el que España se moría de tristeza. «Es una novela conmovedora, íntima, personal, basada en una historia real».





3 de abril: La urraca en la nieve, de Javier Plaza. Hades Ed. 
Transcurre el año 1893 en el París impresionista y Camille trata de encontrar su espacio entre galerías de arte, academias, talleres de pintura y cabarets. A principios de diciembre una carta de su padre le recuerda que debe regresar a la casa familiar, en el sur, hasta primavera. Camille apura los fríos días de finales de otoño entre sus lienzos, los amigos y las calles de la ciudad, algo intimidado todavía por la calidad de los artistas con los que convive y sintiendo la tristeza de la partida inminente.

 Contaremos con la presencia del autor, Javier Plaza





8 de mayo: Sakkara, de Teresa Garbí. Ed. Espuela de Plata.
Esta recopilación de relatos afronta diferentes temas que inevitablemente hemos de tratar en todo tipo de escritura: la fugacidad y la inoperancia de cualquier actividad humana, la infancia, la pobreza, la incomunicación, la injusticia y la crueldad frente a la lucha por la libertad. El conjunto del libro se define con la imagen de la pirámide de Sakkara, tan antigua y poderosa, con sus más de dos mil quinientos años de antigüedad, pero condenada, como todo en la vida, a convertirse en un montón de arena que terminará por desmoronarse, sin dejar rastro. Porque como dice uno de los personajes: «Hemos construido la vida para el viento, para que el viento la destruya». 

También nos visitará en esta ocasión la autora, teresa garbí



12 de junio: La ley del menor, de Ian Mc Ewan. Anagrama.
Acostumbrada a evaluar las vidas de los demás en sus encrucijadas más complejas, Fiona Maye se encuentra de golpe con que su propia existencia no arroja el saldo que desearía: su irreprochable trayectoria como jueza del Tribunal Superior especializada en derecho de familia ha ido arrinconando la idea de formar una propia, y su marido, Jack, acaba de pedirle educadamente que le permita tener, al borde de la sesentena, una primera y última aventura: una de nombre Melanie. Al mismo tiempo, a Fiona le encargan el caso de Adam Henry, un joven anormalmente maduro y encendidamente sensible, que exhibe una belleza a juego con su mente, tan afilada como ingenua, pero que está, también, enfermo de leucemia. Asumiendo las consecuencias últimas de la fe en que sus padres lo han criado, ha resuelto rechazar la transfusión que le salvaría la vida; pero Adam aún no ha cumplido los dieciocho y su futuro no está en sus manos, sino en las del tribunal que Fiona preside.


Grupo II - “Leer juntos a los clásicos

26 de octubre: Electra, de Eurípides.
Eurípides (h. 480 – 406 a. C.) aborda en Electra un tema ya tratado por los otros dos gigantes del teatro griego, Esquilo y Sófocles: la venganza de los hijos de Agamenón por la muerte de este a manos de su adúltera esposa, Clitemnestra, y de su amante Egisto. Preocupado por la verosimilitud y por plasmar toda la complejidad psicológica de sus protagonistas, Eurípides minimiza el impacto de las intervenciones divinas para centrarse en los aspectos más humanos del mito, planteando así una tragedia que sorprende por su cercanía y su intento por comprender las dudas y las motivaciones más íntimas de sus personajes.




23 de noviembre: Lais, de María de Francia.
La maravilla celta, siempre imprecisa y fantástica, trastornó el orden épico imperante en la Europa del siglo XII, feminizando la literatura y sumergiéndola en el mar de los mitos sagrados. A nadie le extrañó a partir de entonces que las naves pudieran discurrir por el océano sin piloto o que los ciervos hablasen (Guigemar), que las hadas raptasen a sus donceles favoritos y los condujesen a Ávalon (Lanval) o que los caballeros se metamorfoseasen en pájaros para visitar a sus amadas (Yonec). Y todo ello bajo la tierna férula de Amor. Con una técnica parangonable a la del realismo fantástico de nuestros días, María de Francia introduce la Materia Céltica en los moldes de la cortesía provenzal. Sus Lais aúnan la tradición narrativa de las composiciones juglarescas y las referencias eruditas a las obras en que se basa la cultura del siglo XII.


 11 de enero: Los papeles de Aspern, de Henry James.
Un joven crítico y editor fascinado con la obra del difunto poeta Jeffrey Aspern se entera de que Juliana Bordereau, una de sus musas, vive aún, anciana y aislada, en un palazzo veneciano. Convencido de que conserva cartas y material inédito del poeta, se acerca a ella camuflando sus intenciones y consigue que lo acepte como inquilino. El joven se introduce entonces en un mundo agónico y fantasmagórico, volcado exclusivamente en el recuerdo, que la orgullosa anciana habita con la única compañía de una sobrina suya, una mujer ya madura que no parece haber conocido otra cosa que la reclusión y el legado de un esplendor desaparecido. Los papeles de Aspern (1888) es, junto con Otra vuelta de tuerca, quizá la nouvelle más famosa y emblemática de Henry James.


22 de febrero: El malentendido, de Albert Camus.
El malentendido es una de las más célebres piezas teatrales de Albert Camus (1913-1960), cuyo talento literario y sensibilidad se centraron siempre en la complejidad, la ambigüedad y la riqueza de la condición humana. Sus obras dramáticas se revelan como un medio especialmente eficaz para desplegar conflictos ideológicos y éticos a través de personajes veraces y situaciones límite. En esta obra, escrita durante la ocupación alemana en Francia, un destino no solo ciego, sino también voluntariamente cruel, convierte en criminales a seres inocentes.




5 de abril: Los restos del día, de Kazuo Ishiguru.
Inglaterra, julio de 1956. Stevens, el narrador, durante treinta años ha sido mayordomo de Darlington Hall. Lord Darlington murió hace tres años y la propiedad pertenece ahora a un norteamericano. El mayordomo, por primera vez en su vida, hará un viaje. Su nuevo patrón regresará por unas semanas a su país, y le ha ofrecido al mayordomo su coche (que fuera de Lord Darlington) para que disfrute de unas vacaciones. Y Stevens, en el antiguo, lento y señorial auto de sus patrones, cruzará durante días Inglaterra rumbo a Weymouth, donde vive la señora Benn, antigua ama de llaves de Darlington Hall. Jornada a jornada, Ishiguro desplegará ante el lector una novela perfecta de luces y claroscuros, de máscaras que apenas se deslizan para desvelar una realidad mucho más amarga que los amables paisajes que el mayordomo deja atrás.