domingo, 26 de marzo de 2023

"Locos" y otro poema de Sharon Olds

Sharon Olds


Locos

Yo dije que habíamos estado locos
el uno por el otro, pero tal vez mi ex y yo no estábamos
locos uno por el otro. Tal vez estábamos
cuerdos uno por el otro, como si nuestro deseo
no fuera ni siquiera personal
era personal, pero eso apenas importaba, porque
parecía no haber ninguna otra mujer
ni hombre en el mundo. Quizá fue 
un matrimonio arreglado, el aire y el agua
y la tierra nos habían concebido juntos— y el fuego,
un fuego de placer como una violencia
de ternura. Entrar juntos en esas bóvedas, como una
pareja solemne o jocosa con pasos
formales o con el pelo revuelto y a los gritos, se pareció a
los caminos de la tierra y la luna,
inevitables, e incluso, de algún modo,
tímidos— encerrados en una timidez juntos,
en igualdad de condiciones. Pero quizá yo
estaba loca por él —es verdad que veía
esa luz alrededor de su cabeza cuando yo llegaba tarde
a un restorán— oh por Dios,
estaba extasiada con él. Mientras tanto los planetas
se orbitaban los unos a los otros, la mañana y la noche
llegaban. Y quizá lo que él sintió por mí
fue incondicional, temporal,
afecto y confianza, sin romance,
pero con cariño —con cariño mortal. No hubo
tragedia, para nosotros, hubo
una comedia cautivante y terrible
revelada de a poco. Qué precisión se hubiera necesitado,
para que los cuerpos volaran a toda velocidad por
el cielo tanto tiempo sin lastimarse el uno al otro.

(De El salto del ciervo, 2012.Trad. de Natalia Liederman
y Patricio Foglia)


Primeras semanas

Esas primeras semanas, no sé si sabía
cómo amar a nuestra hija. Su cara parecía abrumada,
fruncida de preocupación —y ni siquiera
desesperanza, sino simplemente depresión, una expresión de
resistencia. La piel de su cara estaba finamente
arrugada, había mechones de pelo en sus orejas,
se parecía un poco a una ardilla, suspicaz,
en trance. Y pequeña, 2,700,
marchita parecía rechazarme
sin moverse. En un primer
momento la había visto, sin mis anteojos,
en la sala de partos, como un borrón de sangre,
y piel azulada, y brazos y piernas, la había conocido,
dada vuelta, y la enderezaron, y brotó
ese gemido tenue, casi sexual y su
cuerpo todo se sonrojó.
Cuando la volví a ver, estaba envuelta en algodón,
alguien la había limpiado, le había quitado
los restos del interior de mi cuerpo,
la había peinado con hileras angostas,
como aradas, aterradoras. Nació diez días antes,
soñolienta, mis pechos tan hinchados que estaban parejos
con el pezón, apenas se acercaban
sus labios, siseaban y rociaban.
En dos días la llevamos a casa, chilló
y gimió, como el sueño de la víctima de un incendio, 
y cuando se callaba, estaba acostada ahí espiando, sin demasiada
ansiedad. Yo no la culpaba,
era hija de la hija de mi madre. Me ponía de rodillas
y la miraba, y la compadecía.
Todo el día la amamantaba, toda la noche la paseaba.
Y dormía siestas, y la amamantaba, y la paseaba. Y después
un día, me miró, como si
me conociera. Recostada en el hueco de mi brazo, se alimentó, y
me miró como si me recordara,
como si me hubiera conocido, y yo le gustara, y estuviera
recuperando la memoria. Cuando me sonrió
un rictus delicado como la llegada del dolor del parto,
me enamoré, me volví humana.

(En La habitación sin barrer, trad. de Inés Garland, Gog y Magog,
2019. Tomado de: airenuestro.com)

Sharon Olds, una de las voces más destacadas de la poesía norteamericana contemporánea,  nació en San Francisco en 1942, aunque creció en Berkeley, California. Es contemporánea de los poetas de la generación beat y de  Sylvia Plath, con la que es englobada en la corriente conocida como "poesía confesional".

Nacida y educada en una familia calvinista muy rígida, se ha declarado atea y activa antibelicista. Se graduó en la Universidad de Stanford y se doctoró en la de Columbia en 1972. Tenía treinta y siete años cuando publicó, en 1980, su primer poemario, Satán dice (Igitur, 2001), premio del San Francisco Poetry Center. A este siguieron El padre (Bartleby, 2004); Los muertos y los vivos (Bartleby, 2006), ganador de los premios James Laughlin y National Book Critics Cercle; La célula de oro (Bartleby, 2016); El salto del ciervo (Igitur, 2018), Premio Pulitzer 2013 y Premio T. S. Eliot, que incluye poemas con detalles sobre su divorcio, y Arias (Valparaíso Ediciones, 2019), preseleccionado para el Premio T. S. Eliot 2019. En Argentina, la editorial Gog & Magog ha publicado las antologías La materia de este mundo (2015) y La habitación sin barrer (2019).

Su poesía, muy polémica, se caracteriza por el empleo del verso libre y un lenguaje directo y accesible. Se trata de una poesía narrativa intensamente personal y muy mordaz que  trata sobre su vida privada (detalles íntimos sobre sus hijos o su divorcio, la tensa relación con sus padres o su vida sexual), pero también sobre acontecimientos políticos. Una poesía notable por su franqueza, su erotismo y su poder de conmoción (David Leavit), que la crítica sitúa en la tradición de Walt Witman:  un canto al cuerpo, la celebración de un poder más fuerte que la opresión política. Se trata, por tanto, de una poesía transgresora, en que la transgresión aparece ligada a una necesidad de ruptura con una sociedad tan puritana como la estadounidense (Alicia Genovese).

Sus numerosas distinciones incluyen una beca del Fondo Nacional para las Artes y otra de la Fundación Guggenheim. Poeta laureada del estado de Nueva York (1998-2000), fue elegida miembro de la Academia de Poesía Estadounidense en 2006. Actualmente enseña poesía en los talleres de la Universidad de Nueva York, donde ayudó a fundar programas de talleres para residentes del Hospital Coler y para veteranos de Irak y Afganistán.

Actualización (21/07/2023):
Sharon Olds ha recibido el Premio Internacional de Poesía Joan Margarit, galardón impulsado por el Instituto Cervantes y la editorial La Cama Sol. El jurado tomó por unanimidad la decisión de premiar a Olds "por ser un referente dentro de la poesía norteamericana" y "por su escritura no conformista y genuina". La escritora recibió el galardón, que se otorga este año por primera vez, de manos del rey Felipe en Nueva York.  

1 comentario:

  1. Supongo que has elegido poemas de los menos polémicos, pues... De todos modos, ya se ve ahí que tira a dar - un arma poderosa la literatura - porque me he puesto de su parte en el supuesto enfrentamiento con su ex.
    Y es que ¿de verdad cabe esperar amores recíprocos en intensidad ¡qué difícil Aunque, naturalmente, es deseable la responsabilidad y la fidelidad al compromiso -el amor real pero calculado- debe de ser imposible que dos personas se quieran con la misma intensidad.
    Y del segundo emociona su sinceridad porque se da por hecho que un hijo debe causar amor y empatía en la madre pero realmente no sé si la Naturaleza siempre lo depara automáticamente; al menos hasta que ves que esa cosa es capaz de expresar algo hacia tí.
    Por contra, yo mismo he experimentado eso del efecto de oxitocina esa: tuve un sobrinito por el que no sentía demasiada ilusión (la muerte de mi padre me hacía sentir que amar duele porque los objetos del amor un día desaparecen y no merece mucho la pena encariñarse con algo tan frágil ) y, sin embargo, fue verlo -pese a la caricatura que es siempre un recién nacido- y tomarle un cariño que no ha parado de crecer conforme va creciendo y asemajándose cada vez más a una personita.
    Carlos San Miguel

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