jueves, 29 de agosto de 2019

"Salidas para todo", un microrrelato de Manuel Moya

               
Sancho y Teresa Panza


                                         Salidas para todo

     Mira, guapo, vale que se te fuera la olla y te liaras con el vecino. Vale, que lo hicieras por ganarte el jornal, pero, hijo mío, a ver cómo te explicas que aparezcas al cabo de los meses sin un maldito maravedí. Y luego todo eso, vamos, de que anduvisteis por esos caminos de dios luchando con gigantones, magos, nigromantes, corregidores, vizcaínos, enamorados y toda la gentuza que os salió al paso. ¿Tú crees que yo me chupo el dedo? Que te regalaron una ínsula, que te montaste en un caballo que se echó a volar, que liberasteis a no sé cuántos galeotes, que si el bálsamo de ese Filabás, que si al final el desastre por esas playas de Barcelona... pero vamos a ver, alma de cántaro, tú por quién me tomas. ¿Es que tengo yo pinta de haberme caído de un guindo? De novios me tragué lo de los argonautas porque todavía estaba a medio socochar, después me tragué lo de que te largaras a Troya y te pusieras a jornal con ese Gamenón o como se llamara, y luego me volví a tragar eso de que anduvieras con el napias italiano para arriba y para abajo, del infierno al paraíso y del paraíso al infierno, ajustándole las tornas a sus paisanos. Me costó tragarme las fatigas de esos pobres muchachitos que decías haber conocido en Verona y la de ese majara que tenía nombre de moro y que no tenía mejor quehacer que hablarle a las calaveras, pero Sancho de mi vida, ¿tú por quién me has tomado? Mira, ya no te aguanto ni una más, así que a la próxima, cuando vuelvas de alguno de tus viajes y me encuentres por esas ventas de Maritornes en brazos de cualquier arriero, voy a soltarte que me embarqué con Melquiades, un gitano de Tomelloso, para enseñarles lo que era el hielo a los guajiros o que me he convertido en una cucaracha o en ajolote, a ver a ti qué te parece, guapo. De momento, mira lo que te digo, ya estás tirando para la ducha.

(En Pescadores de perlas: Los microrrelatos de Quimera. Ed. de Ginés S. Cutillas, Montesinos, 2019, pág. 135)


Manuel Moya  Escobar (Fuenteheridos, Huelva, 1960) es poeta, narrador, crítico literario y traductor español. Estudió Filología hispánica en la Universidad de Sevilla. Ha publicado más de veinte libros de poesía, con los que ha obtenido  premios como el Ciudad de Córdoba (1997) por La posesión del humo, publicado bajo el seudónimo de Violeta C. Rangel; el Ciudad de Las Palmas (2001) por Pese al combate; Leonor (2001) por Taller de Máscaras; Tomás Morales (2010) por Islas de sutura; Hermanos Machado (2014) por Apuntes del natural;Vicente Núñez (2015) con El corazón de la serpiente, y un accésit al Premio Fray Luis de León (2010) por Habitación con islas. Es autor, además, de libros de relatos -Regreso al tigre (2000), La sombra del caimán y otros relatos (2006), Cielo municipal (2009), Ningún espejo (2014),  Zorros plateados (2017)- y microrrelatos -Caza mayor (2014),  La deuda griega (2016)- , y  de novelas: La mano en el fuego (2006), La tierra negra (2009), Majarón (2009), Las cenizas de abril (2011) y Un buitre en el jardín (2017). Su obra ha sido incluida en numerosas muestras colectivas de relato y de poesía, tanto en España como en el extranjero, y ha sido traducida a otros idiomas. Como traductor, es especialista en la obra de Pessoa, pero ha vertido también al castellano la obra de otros autores lusófonos, entre los que se cuentan, Saramago, Miguel Torga o Lidia Jorge. Ha codirigido el proyecto editorial 'La biblioteca de Huebra'.

domingo, 25 de agosto de 2019

"Caballos de cartón cruzando el cielo", de Antonio Lucas


© Lola Catalá



Caballos de cartón cruzando el cielo


Del otro lado de la infancia vienen esas voces de colores,
estos lápices que tensan la verdad de la mañana:
volcán de niños golpeando el aroma de las flores en los parques.

Una vez ahí te viste, aunque no te reconoces,
coronado de cintas y dragones.
Clavicordio de risa permanente dando forma al vacío
de las horas, verbo al sueño. Ganando mil batallas.
Nunca el tiempo fue tan bello ni más alta su cima.

Caballos de cartón cruzando el cielo.

Y nunca te asustó la fiebre, porque estaba hecha de espuma,
plegada en un océano de sábanas.
El dolor, entonces, aún era misterio.

Hacías de la tarde un vasto territorio,
un triángulo de llanto con sol en cada esquina;
y lentamente abrías abismos a tu paso,
vengabas las estrellas
lanzando tus ejércitos de llamas en la noche:
sonora turba virgen sin secretos.

¿Quién habitó esos días despojados de ira?
¿Quién anunciaba la muerte con pantalones cortos?
¿Quién dejó allá abajo, del otro lado de la infancia,
su huella como honda epifanía, su ansia de lo eterno?

De aquello que aprendiste nada queda,
pues tu memoria de entonces crepita en la memoria de los otros.
A veces es ceniza, a veces pura música inconcreta,
un círculo de oro con libélulas,
una leve vibración como un estanque,
una cueva de cristal dentro del pecho.

Era edad sin edad,
semilla verdadera.
Jamás andar descalzo fue tan cierto.

                                                             De Las máscaras, DVD, 2004



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domingo, 18 de agosto de 2019

"Cuarto de baño", de Gerardo Diego

Balthus, La salida del baño (1957)



         CUARTO DE BAÑO

                           A Eusebio Oliver.

    Qué claridad de playa al mediodía,
qué olor de mar, qué tumbos, cerca, lejos,
si, entre espumas y platas y azulejos,
Venus renace  a la mitología.

    Concha de porcelana, el baño fía
su parto al largo amor de los espejos,
que deslumbrados, ciegos de reflejos,
se empañan de un rubor de niebla fría.

    He aquí, olorosa, la diosa desnuda.
Nimbo de suavidad su piel exuda
y en el aire se absuelve y se demora.

    Venus, esquiva en su rebozo, huye.
Su alma por los espejos se diluye,
y solo -olvido- un grifo llora y llora.

                         De Alondra de verdad, 1941

Aunque  publicado en  1941, Alondra de verdad fue compuesto entre 1926 y 1936. Está considerado el libro más importante de Gerardo Diego entre los pertenecientes a su "poesía de expresión", la más cercana a los metros y temas tradicionales. Se trata de un conjunto de cuarenta y dos sonetos en los que junto al molde métrico clasicista utiliza las metáforas vanguardistas, para tratar temas como el amor, la naturaleza, Dios y la música. 

En el poema elegido el autor recrea el mito del nacimiento de Venus en la evocación de una escena cotidiana: la salida de una mujer de la bañera. Como observa Andrés Ortega Garrido ("El nacimiento de Venus en los poetas españoles de vanguardia", en Espéculo, nº 47), diversos aspectos de la iconografía mitológica (como el olor de mar, las espumas, la concha o el pudor de la mujer) articulan el poema. El título del soneto es el elemento clave para su correcta interpretación, como advierten Miguel Díez R. y Paz Díez Taboada (Antología comentada de la poesía lírica española, Cátedra, 2005), a partir del cual "el lector admite una serie de imágenes en cadena, que se vislumbran coherentes con respecto al título".

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jueves, 15 de agosto de 2019

"El viaje", un microrrelato de Cristina Fernández Cubas

© Elliot Erwitt, 1949

    
El viaje


Un día la madre de una amiga me contó una curiosa anécdota. Estábamos en su casa, en el barrio antiguo de Palma de Mallorca, y desde el balcón interior, que daba a un pequeño jardín, se alcanzaba a ver la fachada del vecino convento de clausura. La madre de mi amiga solía visitar a la abadesa; le llevaba helados para la comunidad y conversaban durante horas a través de la celosía. Estábamos ya en una época en que las reglas de clausura eran menos estrictas de lo que fueron antaño, y nada impedía a la abadesa, si así lo hubiera deseado, que interrumpiera en más de una ocasión su encierro y saliera al mundo. Pero ella se negaba en redondo. Llevaba casi treinta años entre aquellas cuatro paredes y las llamadas del exterior no le interesaban lo más mínimo. Por eso la señora de la casa creyó que estaba soñando cuando una mañana sonó el timbre y una silueta oscura se dibujó al trasluz en el marco de la puerta. "Si no le importa", dijo la abadesa tras los saludos de rigor, "me gustaría ver el convento desde fuera". Y después, en el mismo balcón en que fue narrada la historia, se quedó unos minutos en silencio. "Es muy bonito", concluyó. Y, con la misma alegría con la que había llamado a la puerta, se despidió y regresó al convento. Creo que no ha vuelto a salir, pero eso ahora no importa. El viaje de la abadesa me sigue pareciendo, como entonces, uno de los viajes más largos de todos los viajes largos de los que tengo noticias.

                Cristina Fernández Cubas, en Dos veces cuento. Antología de microrrelatos. Edición de José Luis González, Ediciones Internacionales Universitarias, Madrid, 1988

Cristina Fernández Cubas, 2016. (Àlex García)

Cristina Fernández Cubas (Arenys de Mar, Barcelona, 1945) es periodista y escritora. Sus cuentos, en los que mezcla con maestría lo fantástico y lo cotidiano,  se han convertido en  referentes  del actual relato breve en castellano. Su trabajo como periodista, que abandonó para dedicarse en exclusiva a la creación literaria, la llevó a residir en El Cairo, Lima, Buenos Aires, París y Berlín.  Ha publicado libros de relatos -Mi hermana Elba (1980), Los altillos de Brumal (1983), El ángulo del horror (1990),  Con Ágatha en Estambul (1994), Parientes pobres del diablo (2006), Todos los cuentos (2009, por el que recibió los premios Ciudad de Barcelona, Salambó, Qwerty y Tormenta) y La habitación de Nona (2015, Premio de la Crítica 2015 y Premio Nacional de Narrativa 2016)-, novelas -El año de gracia (1985) y El columpio (1995)-, una obra de teatro -Hermanos de sangre (1998)-, el libro de memorias narradas Cosas que ya no existen (2001), Premio NH de relato, y el ensayo Emilia Pardo Bazán (2001). Bajo el seudónimo  de Fernanda Kubbs publicó la novela La puerta entreabierta (2013). Su obra ha sido traducida a diez idiomas.

Actualización (3/11/2023):

Cristina Fernández Cubas ha sido galardonada con el Premio Nacional de las Letras Españolas 2023. El jurado ha destacado a la autora "por la magia de su narrativa, que la ha llevado a ser considerada como una de las mejores cuentistas españolas. Por el dominio fascinante del empleo de la concisión para narrar historias, que se nutren de la literatura fantástica, y que hace llegar al lector de manera intensa hasta cambiar la forma de entender las cosas".

La autora, por su parte, considera que no toda su literatura puede calificarse de "fantástica": "Cada cual tiene un mundo y el mío narrativo es inquietante. Esta es la etiqueta que le pondría a mi obra. Creo que las cosas no son lo que parecen. Me gusta burlar el espacio y el tiempo, dar carta de naturaleza a aquello que está... pero que quizás no se ve. Ir más allá de la obviedad", explica. "Como lectora, más que el que me asusten, me gusta que me inquieten. Por eso la mayoría de mis relatos y novelas parten de una situación completamente cotidiana y luego ocurre un nubarrón que no lo es tanto. Un nubarrón que se cierne  sobre los personajes, las casas, que altera las cosas y hace que ya nada vuelva a ser lo mismo".

domingo, 11 de agosto de 2019

"La abandonada", de Olga Orozco



Foto: Saul Leiter, c. 1948


                                     LA ABANDONADA

Aún no hace mucho tiempo,
cuando el mundo era un vidrio del color de la dicha, no un
          puñado de arena,
te mirabas en alguien igual que en un espejo que te
          embellecía.
Era como asomarte a las veloces aguas de las ilimitadas
          indulgencias
donde se corregían con un nuevo bautismo los errores,
se llenaban los huecos con una lluvia de oro, se bruñían las
          faltas,
y alcanzabas la espléndida radiación que adquieren hasta en
          la noche los milagros.
Imantabas las piedras con pisarlas.
Hubieras apagado con tu desnudez el plumaje de un ángel.
Y algo rompió el reflejo.
Se rebelaron desde dentro las imágenes.
¿Quién enturbió el azogue?, ¿quién deshizo el embrujo de
          la transparencia?
Ahora estás a solas frente a unos ojos de tribunal helado
          que trizan los cristales,
y es como si en un día la intemperie te hubiera desteñido
y el cuchillo del viento hecho jirones y la sombra del sol
          desheredado.
No puedes ocultar tu pelambre maltrecha, tu mirada de
          animal en derrota,
ni esas deformaciones que producen las luces violentas en
          las amantes repudiadas.
Estás ahí, de pie, sin indulto posible, bajo el azote de la 
          fatalidad,
prisionera del mismo desenlace igual que una heroína en el
          carro del mito.
Otro cielo sin dioses, otro mundo al que nadie más vendrá
sumergen en las aguas implacables tu imperfección y tu
          vergüenza. 

                 De En el revés del cielo, 1987


Olga Orozco
Olga Nilda Gugliotta Orozco, conocida como Olga Orozco, fue una poeta argentina nacida en Toay, La Pampa, en 1920. Hija de un siciliano y una pampeña, cuando contaba ocho años su familia se trasladó a Bahía Blanca y, ocho años después, a Buenos Aires. Se graduó como maestra, profesión que nunca ejerció, y más tarde se licenció en Filosofía y Letras por la Universidad de Buenos Aires. Muy joven, formó parte del grupo literario surrealista Tercera Vanguardia, al que pertenecía Oliverio Girondo. Más tarde colaboró en la revista 'Canto', que aglutinó a la llamada Generación del 40, y en otras como 'Sur', 'Cabalgata' y 'Anales' de Buenos Aires. Trabajó como periodista y, con frecuencia, firmaba sus trabajos con distintos seudónimos, pues escribió biografías,  páginas de consultas sentimentales y, de 1968 a 1974, redactó los horóscopos del diario 'Clarín'. Fue actriz de radio-teatro y secretaria general del 'Teatro de la Luna'.  Realizó estudios en Europa becada por el Fondo Nacional de Las Artes (1961) y por el Gobierno italiano (1976). Falleció en Buenos Aires en 1999.

Su obra poética, de gran intensidad y coherencia, ha sido definida por Graciela Maturo como una poesía metafísica "tocada por la ansiedad de lo eterno", cuyos grandes motivos líricos enumera Edelweis Serra en "Exploración de la realidad y estrategia textual en la poesía de Olga Orozco":
El motivo del tiempo con su devenir continuo y su fugacidad; el motivo de la nostalgia de un pasado viviente en la actualidad adulta; el motivo de la vida y el motivo de la muerte como dos caras del destino en busca de una realidad incontingente que apenas se vislumbra.
Publicó los poemarios Desde lejos (1946), Las muertes (1952), Los juegos peligrosos (1962), Museo salvaje (1974), Cantos a Berenice (1977), Mutaciones de la realidad (1979), La noche a la deriva (1984), En el revés del cielo (1987) y Con esta boca, en este mundo (1994), además de dos libros de relatos y una obra de teatro. Su obra poética ha sido traducida a varios idiomas y galardonada con prestigiosos premios como el Primer Premio Nacional de Poesía (1988), el Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores (1989), el Konex de Platino (1994) y el Premio Juan Rulfo  de Literatura Iberoamericana y del Caribe en 1998. 

domingo, 4 de agosto de 2019

"Ella es luna, sol, tallo que nace..", de Abbada al-Qazzaz


Pintura de Sir Lawrence Alma-Tadema



Ella es luna, sol, tallo que nace
y perfume de almizcle.
Perfecta, brillante, floreciente
y aroma enamorado.
Quien la mira se prenda de ella
pero es coto cerrado.



Abbada al-Qazzaz, considerado uno de los mejores autores de moaxajas, nació en Málaga en 1060 y vivió en la corte de Al Mutasim Ibn Sumadih, señor de Almería, en la época de los reinos de Taifas.

jueves, 1 de agosto de 2019

"Mi jockey", un relato de Lucia Berlin



                                                       Mi jockey

     Me gusta trabajar en Urgencias, por lo menos ahí se conocen hombres. Hombres de verdad, héroes. Bomberos y jockeys. Siempre vienen a las salas de urgencias. Las radiografías de los jinetes son alucinantes. Se rompen huesos constantemente, pero se vendan y corren la siguiente carrera. Sus esqueletos parecen árboles, parecen brontosaurios reconstruidos. Radiografías de San Sebastián.
       Suelo atenderlos yo, porque hablo español y la mayoría son mexicanos. Mi primer jockey fue Muñoz. Dios. Me paso el día desvistiendo a la gente y no es para tanto, apenas tardo unos segundos. Muñoz estaba allí tumbado, inconsciente, un dios azteca en miniatura, pero con aquella ropa tan complicada fue como ejecutar un elaborado ritual. Exasperante, porque no se acababa nunca, como cuando Mishima tarda tres páginas en quitarle el kimono a la dama. La camisa de raso morada tenía muchos botones a lo largo del hombro y en los puños que rodeaban sus finas muñecas; los pantalones estaban sujetos con intrincados lazos, nudos precolombinos. Sus botas olían a estiércol y sudor, pero eran tan blandas y delicadas como las de Cenicienta. Entretanto él dormía, un príncipe encantado.
       Empezó a llamar a su madre incluso antes de despertarse. No solo me agarró de la mano como algunos pacientes hacen, sino que se colgó de mi cuello, sollozanzo "¡Mamacita, mamacita!"*. La única forma de que consintiera  que el doctor Johnson lo examinara fue acunándolo en mis brazos como a un bebé. Era pequeño como un niño, pero fuerte, musculoso. Un hombre en mi regazo. ¿Un hombre de ensueño? ¿Un bebé de ensueño?
       El doctor Johnson me pasaba una toalla húmeda por la frente mientras yo traducía. La clavícula estaba fracturada, había al menos tres costillas rotas, probablemente una conmoción cerebral. No, dijo Muñoz. Debía correr en las carreras del día siguiente. Llévelo a Rayos X, dijo el doctor Johnson. Puesto que no quiso tumbarse en la camilla, lo llevé en brazos por el pasillo, estilo King Kong. Muñoz sollozaba, aterrorizado; sus lágrimas me mojaban el pecho.
       Esperamos en la sala oscura al técnico de Rayos X. Lo tranquilicé igual que habría hecho con un caballo. "Cálmate, lindo, cálmate. Despacio... despacio." Se aquietó en mis brazos, resoplaba y roncaba suavemente. Acaricié su espalda tersa. Se estremeció, lustrosa como el lomo de un potro soberbio. Fue maravilloso.

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* Se mantiene la cursiva original de las expresiones y de los diálogos en español, rasgo característico de los relatos de Lucia Berlin. (N. de la T.)

(De Manual para mujeres de la limpieza. Traducción del inglés de Eugenia Vázquez Nacarino, Alfaguara, 9ª edición, 2016, pp. 63-64)
Pintura de Edgar Degas

Lucia Berlin. © Buddy Berlin
Lucia Brown Berlin, conocida como Lucia Berlin, fue una escritora estadounidense cuyo estilo ha sido comparado con el de Raymond Carver o Charles Bukowski.  Hija de un ingeniero de minas, nació en Juneau, Alaska, el 12 de noviembre de 1936. Publicó sus primeros relatos a los veinticuatro años en 'The Atlantic Monthly' y en la revista 'The Noble Savage'.  Siguió escribendo esporádicamente hasta los años ochenta y, tras la insistencia del poeta Ed Dorn, decidió publicar su primer volumen de relatos, Angels Laundromat

Sus historias se inspiran en sus propios recuerdos: su infancia en distintas poblaciones mineras de Idaho, Kentucky y Montana, su adolescencia entre la alta sociedad de Santiago de Chile, sus estancias en El Paso, Nueva York, México o California, sus tres matrimonios fallidos, su alcoholismo, o los distintos trabajos que desempeñó para mantener a sus cuatro hijos: enfermera, telefonista, limpiadora, profesora de escritura en distintas universidades y en una cárcel. 

Publicó seis libros de cuentos, pero casi toda su obra se puede encontrar en Homesick: New and Selected Stories (1990, galardonado con el American Book Award), So Long: Stories 1987-1992 (1993) y Where I Live Now: Stories 1993-1998 (1999). Falleció en 2004 en Marina del Rey, California, el día de su cumpleaños. Manual para mujeres de la limpieza, con prólogo de Lydia Davis e introducción de Stephen Emerson, es una exhaustiva selección de sus mejores relatos, editados por primera vez en español. En 2018 Alfaguara publicó una nueva selección titulada Una noche en el paraíso. El relato de cinco párrafos "Mi jockey" ganó el Jack London Short Prize de 1985.

[Imagen principal: Pinterest]