miércoles, 27 de febrero de 2019

'Las lágrimas de Shiva', de César Mallorquí


FICHA BIBLIOGRÁFICA

Título: Las lágrimas de Shiva
Autor: César Mallorquí
Editorial. Lugar y año de edición: Edebé, Barcelona, 2005
Número de páginas: 237

PRESENTACIÓN

Género: Infantil y juvenil
Subgénero: Misterio

EL AUTOR

César Mallorquí estudió Periodismo y trabajó en “La Codorniz” y en la cadena SER. Más tarde se dedicó a la publicidad, pero al final se decantó por la literatura. Estas son algunas de sus obras: La pared de hielo, El coleccionista de sellos, La casa del Doctor Pétalo, El círculo de Jericó, El último trabajo del Señor Luna...

PERSONAJES

Javier: chico de 15 años que llega a Santander a causa de la enfermedad de su padre. Amante de la ciencia ficción. Él junto con Violeta resuelve el misterio de las lágrimas de Shiva.

Violeta: Tiene la misma edad que Javier. Es aficionada a la lectura. Al principio no se lleva muy bien con Javier, pero a lo largo del tiempo, con el tema del collar, la relación de los dos acaba siendo amorosa.

Beatriz Obregón: Antepasada de la familia de Violeta. Odiada por la familia por, supuestamente, robar las lágrimas de Shiva. Es el fantasma que ven Javier y Violeta. Al principio le tienen miedo, pero poco a poco se sienten más seguros y resuelven el misterio.

Secundarios: Luis y Adela (tíos de Javier), Margarita, Rosa y Azucena (las demás primas de Javier) y la familia Mendoza (están enfadados con la familia Obregón por cosas que pasaron hace mucho tiempo)

ESPACIO Y TIEMPO

La acción transcurre en Santander, principalmente en Villa Candelaria, en el año en que el hombre llegó por primera vez a la Luna.

ARGUMENTO

La historia trata de un chico de Madrid, llamado Javier, que tiene que pasar las vacaciones de verano en la casa de sus primas, en Santander, porque su padre está enfermo. Allí se le aparece un fantasma, el de una antepasada de la familia que robó un collar antes de casarse con un hombre de la familia Mendoza, una de las familias más ricas de España. Ese collar estaba hecho por las lágrimas del dios Shiva, así que ese collar era muy valioso. Su prima Violeta también ve al fantasma y juntos van encontrando pistas para entender qué es lo que quería el espíritu.

VALORACIÓN PERSONAL

Este libro me lo recomendó mi hermano, que se lo leyó y le gustó bastante. A mí también me ha gustado, he pasado un buen rato leyendo y contiene una historia muy entretenida. Se lo recomiendo especialmente a los jóvenes aficionados a las historias de misterio.
                            
 Alexis Usero Samarás, 2º A de ESO

domingo, 24 de febrero de 2019

"Los trescientos escalones", de Francisca Aguirre




LOS TRESCIENTOS ESCALONES


Estaba todo quieto en la casa apagada.
Hasta el día siguiente, hasta sabe Dios cuándo
el silencio reinaba como un ídolo antiguo.
No funcionaban las leyes del tráfico,
esas imprescindibles ordenanzas
que hay que acatar para transitar el pasillo.
Es como si la noche propusiera una tregua,
como si al apagar la luz se apagara el peligro.
Escucho. Nada. Todos callan unánimes.
Mirar la oscuridad es profesar de muerto:
los ojos van de lo negro que nos habita
a lo negro que nos envuelve.
Somos los apagados, los ausentes,
los que gavillan tiempo en sus muñecas,
somos los auditores del silencio
y ese silencio es como un túnel por el que solo avanza el tiempo.
No ver, no estando ciegos, es hundirse en el tiempo.

El armario, con su puerta entreabierta, da a las costas de Francia.
Oigo los barcos que salen o entran por el puerto del Havre.
Veo tres niñas muy contentas, en Barcelona,
porque se iban de viaje:
se acababan los bombardeos,
ya no tendrían que esconderse debajo de aquella escalerita
que conducía a las habitaciones superiores
mientras oían, espantadas, el agudo silbido de las bombas.
Nos íbamos, nos íbamos a Francia.
Y así llegamos a Bañolas:
nosotras contentísimas de ver el lago,
papá, mamá y la abuela
arrastrando su corazón, empujándolo a la frontera.
París fue para mí, durante mucho tiempo, un gato.
Había un gato en aquella pobre pensión en que vivimos,
un gato que dormía al lado de una estufa.
Yo nunca vi París: tan solo vi ese gato.

Y nos fuimos al Havre para tomar un barco.
Nosotras con dos muñecos y un monito,
papá con su caja de pinturas y un sueño acorralado,
un sueño convertido en pesadilla,
un sueño multitudinario
arrastrado como único equipaje
por una inmensa procesión de solos.
Pero aquel barco no llegó a su puerto:
esperamos, mientras mamá, para alumbrarnos,
cantaba algunos días El niño judío: "De España vengo, soy española".

No llegó el barco. Llegaron aviones alemanes.
Hubo que caminar a gatas por las habitaciones del hotel,
que estaba frente al puerto.
Aquel hotel tenía un nombre,
se llamaba La Rotonde de la Gare.
Papá pintaba. Y, como Modigliani,
iba a ofrecer sus cuadros a las gentes. Tampoco a él le compraban.
Nosotras aprendimos francés en dos semanas.

El reloj de La Gare ha dado un cuarto,
papá me dice que levante la cara un poco más,
dos o tres pinceladas y termina el retrato.
Mi padre, no sé bien por qué, me pintó de japonesa.
Para siempre quedé con mi abanico,
con los ojos ligeramente oblicuos y asombrados,
en una edad más bien indefinida
y con una diadema de pensamientos sobre el pelo.

Papá, vamos al puerto, vamos al puerto ahora que hay tiempo
y luego vámonos corriendo a ver el Bois del Hallates,
vamos, que se perdió tu cuadro y ya solo podré verlo contigo y
                                                                                       [para siempre.

Papá, perdimos tantas cosas
además de la infancia y los trescientos escalones que tú pintaste
nunca he sabido si para decirnos que había que subirlos o bajarlos.
Y ahora pienso, desde tu mano que me ayudaba a recorrerlos,
que tal vez me dijiste entonces
que había que subirlos y bajarlos
y para eso los pintaste
y para eso pasaste días enteros
pintando una escalera interminable,
una hermosa escalera rodeada de árboles y árboles,
llena de luz y amor,
una escalera para mí,
una escalera para que pudiera subir,
vivir,
y una escalera para descender,
callar,
y sentarme a tu lado como entonces.

Me he levantado para cerrar la puerta del armario.
Está mi casa sosegada,
apenas en el aire zumba tenue la remota sirena de un barco.
Los que más amo duermen:
mi hija arropada en sus nueve años
y Félix indefenso ante sus treinta y ocho.
Al fin se extingue el eco de los barcos.
Vuelvo a la cama.
—Buenas noches, papá. Hasta mañana si Dios quiere. Que descanses.


                                De Los trescientos escalones, 1977

"Los trescientos escalones" es el poema clave que da nombre al segundo poemario de Francisca Aguirre, con el que ganó el Premio Ciudad de Irún en 1976. Toma su título de un cuadro perdido del padre de la autora, el pintor Lorenzo Aguirre, que fue también policía y ocupó cargos de responsabilidad durante la Segunda República. En él, la escritora rememora el pasado y desvela algunas claves fundamentales de su existencia: el exilio, la estancia en París y en el puerto de Le Havre esperando un barco que los trasladase a América, la llegada de los alemanes y el regreso a España, donde su padre fue detenido, condenado a muerte y ejecutado en la cárcel madrileña de Porlier bajo la acusación de auxilio a la rebelión.

Francisca Aguirre. Al fondo, el cuadro Japonesita,
 pintado por su padre en 1940. [Ed. Tigres de papel]
El poema está dedicado a sus hermanas, Susy y Margara, porque, como afirma Emilio Miró, en el prólogo a Ensayo general. Poesía completa (1966-200), "las tres se repartieron la orfandad, el miedo y el hambre, en un país y un tiempo terribles".

En entrevista concedida a Noni Benegas ("Francisca Aguirre: Las palabras y la memoria histórica son mis dos grandes amores", en www.cervantesvirtual.com), desvela su intención al escribir este poemario en la casa alquilada por su abuela en 1940, la casa donde sigue viviendo la autora y donde comenzó su idilio con las palabras:
Aquí rememoré los mágicos días que mis hermanitas y yo vivimos en Le Havre y fue aquí donde tras atravesar el infierno que fue la vuelta a España, recuperé, llena de nostalgia y miedo, los cantarines descensos de los trescientos escalones de Le Havre cogidas de la mano de papá hasta llegar al jardín donde él instalaba su caballete y pintaba mientras canturreaba. Duró poco ese tiempo. Un par de meses después empezaron los bombardeos alemanes. Pero ya para siempre mis hermanas y yo recordaremos a papá pintando y cantando mientras nosotras jugábamos al corro o saltábamos a la comba. Cuando escribí Los trescientos escalones solo pretendía, además de conservar los detalles de aquel tiempo, dejar constancia de que, a pesar de la desdicha y el horror de la guerra, aquellas tres niñas y su padre fueron felices bajo el cielo de Le Havre. Tanto mis hermanas como yo hemos tenido la suerte de tener una madre que nunca nos permitió olvidar todo lo hermoso que le debíamos a nuestro padre, siempre nos recordaba cómo cantaba, cómo nos mecía con sardanas, cómo nos llevaba a caballito a dormir. Y sobre todo, el extraordinario y feliz pintor que fue.
Porque,  como observa Santos Domínguez (encuentrosconlasletras.blogspot.com), Los trescientos escalones es también "una obra celebratoria en la que hay un homenaje constante a lo que nos salva de la desgracia": la amistad, la literatura, la música o la pintura.
Francisca Aguirre y Guadalupe Grande, su hija. Foto: Demian Ortiz

La  de Francisca Aguirre fue una de las muchas familias que se vieron obligadas a salir de España en los primeros meses de 1939: se calcula que, entre el 28 de enero y el 13 de febrero, 475.000 españoles cruzaron a Francia desde Cataluña huyendo del avance de las tropas franquistas, en lo que se conoce como La Retirada. La autora recuerda que su padre le contó que a la vez cruzó el poeta Antonio Machado, el que después se convertiría para ella -considerada la más machadiana de los poetas de su generación- en  "el primero de sus dioses literarios". Sin embargo, no llegó a ver a don Antonio, como lamenta en otro de los poemas de Los trescientos escalones, "Frontera", que puedes escuchar recitado por la autora:



Actualización (14/04/2019):
Francisca Aguirre falleció el 13 de abril de 2019 en su domicilio de Madrid, a los 88 años.

Otros poemas de la autora en este blog:

domingo, 17 de febrero de 2019

"Me has dado tu dulzura a borbotones", de Jesús Munárriz




Me has dado tu dulzura a borbotones
en días desolados,
me has regalado el beso y el saber
secreto de tus labios,
has sabido calmar entre tus dedos
mi guerra y mi pasado
e interpretar mis gestos de náufrago
y ofrecerme tus brazos;
has puesto espliego y láudano en mis días
y jengibre en mis noches,
me has regalado sensatez, locura,
justo medio y derroche,
has abierto tu historia a mi designio
y tu esfuerzo a mi goce
y la melancolía de tus párpados
a mi dolor de hombre.
Por eso, aunque el futuro sea incierto
como incierta es la lucha,
aunque el tiempo cínicamente  exhiba
su condición de nutria
y las procacidades alardeen
de la desenvoltura
con que han urdido inexorablemente
la historia, esa gran puta,
lo que me has dado tú, pese a quien pese,
fue, es y será mío,
y lo que yo te di, caiga quien caiga,
tú lo llevas contigo,
y tiene un nombre, que es amor, y hoy dejo
constancia por escrito
de lo hermoso que fue, profundo y tierno
haberte conocido.

    De Viajes y estancias, seguido de De aquel amor
me quedan estos versos, Visor, 1975


Entrada relacionada:


[Imagen: ryhblog.com]

miércoles, 13 de febrero de 2019

'Corazón', de Edmundo de Amicis

Cubierta de la edición de Círculo de Lectores

FICHA BIBLIOGRÁFICA
Título: Corazón
Autor: Edmundo de Amicis
Editorial, lugar y año de edición: Círculo de Lectores, Barcelona, 1969.
271 páginas

PRESENTACIÓN
Género: Novela, relatos de ficción.
Público al que va dirigida la obra: En el año original de publicación (1886), esta obra iba dirigida para niños, pero, con el paso del tiempo, ha pasado a ser una novela para adultos.

EL AUTOR
Edmundo de Amicis nació en 1846 y fue un escritor y militar italiano. Estudió en el Liceo de Turín. A los 16 años entró en la Academia Militar de Módena, donde obtuvo el título de oficial. Después de participar en la batalla de Custoza de 1866, se convirtió en viajero y en escritor. Su  obra se caracteriza por mezclar romanticismo y realismo. Su obra más conocida es Corazón (Cuore), pero otras de sus obras son La Spagna (1872) y Ricordi di Parigi (1878).
Retrato del autor (Wikipedia)
PERSONAJES
El personaje principal se llama Enrique y tiene ocho años. Tiene el pelo castaño. Su hermana se llama Silvia. Enrique estudia el tercer grado (equivalente a 3º de Primaria en España) en una escuela de Turín. Cuenta con muchos amigos en su clase, entre ellos un genovés llamado Garrone y un hijo de una verdulera llamado Netti. Toda la clase tiene un enemigo en común llamado Franti, un compañero que no hace más que meterse en problemas y meter a los demás.
ESPACIO Y TIEMPO
La acción se desarrolla principalmente en un colegio de Turín durante el curso escolar 1881-1882.

ARGUMENTO
Enrique, un niño de ocho años, empieza el curso (3º del grado elemental) un poco descontento  por el profesor que le ha tocado, ya  que  es muy serio en comparación con sus profesores de primer y segundo grado. Unos días después del comienzo del curso, se da cuenta de que no  tiene nada de lo que preocuparse puesto que su profesor es muy majo. A través de vivencias que tiene en el colegio, en casa o mientras pasea por la calle, va madurando. A esto también le ayudan los cuentos mensuales que les da su profesor a algunos alumnos para que los copien y, después, los lean en clase ante sus compañeros. Entre los cuentos hay dos que me han llamado más la atención: El pequeño escribiente florentino, que trata de un niño que hace parte del trabajo de su padre mientras tendría que estar durmiendo para que no caigan en quiebra, y De los Apeninos a los Andes, el cual es la base de la famosa serie de anime Marco: de los Apeninos a los Andes.

Cubierta original (wikipedia)

VALORACIÓN PERSONAL
Lo que me ha llevado a elegir esta obra es que le prometí a mi padre que, antes de cumplir los quince, me leería un libro de su biblioteca y, tras leer el primer capítulo de diez libros, decidí leer este. Me ha enseñado mucho sobre la lealtad, la amistad y el sacrificio por tus seres queridos. Su lectura me ha resultado muy amena (exceptuando algunos capítulos).

RECOMENDACIONES
Creo que este libro puede interesar a todo aquel al que le guste la historia, porque narra la vida de un niño de finales del siglo XIX, y también a quien busque un tipo de literatura diferente de lo que se publica hoy en día.
Jorge Ezquerra Monge, 2º A de ESO

domingo, 10 de febrero de 2019

"Tú" y otro poema de Irene Sánchez Carrón


© Silas Manhood




                                         


Porque os outros têm medo mas tu não

                                    SOPHIA DE MELLO


Todos quieren caminos que conduzcan a Roma,
pero tú no.
Tú viajas hacia el norte, donde aguardan los bárbaros,
al centro del combate, al dolor de la herida.
Tú prefieres veredas sin nombre hacia el asedio
y atraviesas los cauces ignorando los puentes.
Tú buscas pasadizos de luz en la tormenta
y conduces la sed al rumor de las fuentes.
Tú celebras la lluvia que nos devuelve al barro
y vas hacia la vida como hacia la victoria.
Todos quieren caminos que conduzcan a Roma,
se rinden, se acomodan o piden una tregua,
pero tú no.


De Micrografías, Visor, 2018


EL ESCONDITE

Tengo miedo.

Jugábamos al escondite.
Yo me ocultaba
y tú me perseguías.
Pasaron largas horas
y tú no me encontrabas.
Pasó la primavera,
se esfumaron los largos días de verano
y vino el otoño con su crujir de madera seca
           y vino el invierno con su dolor de corazón sepultado en la nieve.
Te espero en mi rincón
y tengo miedo.

De Escenas principales de un actor secundario, Rialp, 2000





Irene Sánchez Carrón. [cadenaser.com]
Irene Sánchez Carrón (Navaconcejo, Cáceres, 1967) es licenciada en Filología Inglesa por la Universidad de Extremadura y doctora en Filología Hispánica por la UNED. Con una beca de Auxiliar de Conversación, impartió clases de español en Londres en 1991. Fue profesora en el instituto Castelar de Badajoz y actualmente enseña inglés en el  Norba Caesarina de Cáceres. 

La autora, cuyos referentes de cabecera son Ángel González y los poetas de la generación de los 50, escribe una poesía caracterizada por la expresión clara y el poder narrativo, que parte de situaciones cotidianas. Entre sus libros de poesía figuran Porque no somos dioses (1998, Premio Hermanos Argensola), Escenas principales de un actor secundario (Premio Adonáis 1999), Atracciones de feria (2002), Ningún mensaje nuevo (2008, Premio Antonio Machado de Baeza) y Micrografías (XVI Premio Emilio Alarcos de Poesía 2017).

Micrografías presenta una voz marcadamente femenina y clara que, entre un mundo rural y urbano, revisa tópicos y mitos de la tradición literaria y presenta situaciones que muchos lectores compartirán, sin olvidar los temas sociales o el amor. Tanto "Tú" como los poemas de amor del libro están dedicados a Ramón, como explica la autora en una Nota final.

Escenas principales de un actor secundario presenta una estructura que responde a un esquema teatral, y quiere ser un homenaje a la gente anónima, sin brillo, pero que interpreta sus escenas en la vida con dignidad. El poema elegido  habla de una anécdota infantil, el juego del escondite, que aquí se convierte, según explica la autora,  en una experiencia existencial.

Otro poema de la autora en este blog: